La noticia de que Cuatro va a cerrar sus informativos debería obligar también a revisar las condiciones con las que este canal salió a concurso y cuántos puntos le dieron por llevar en su programación una oferta informativa de calidad. En principio, Cuatro fue uno de esos pelotazos que se llevó el grupo Prisa y que luego vendió a Mediaset. El mercadeo en el mundo de la comunicación tiene sus límites en cuanto que son concesiones públicas que se convierten en cadenas privadas pero su esencia de servicio público no desaparece. Bueno: no debería desaparecer. Pero no. Da igual. La televisión que nació de una prerrogativa gubernamental acaba siendo moneda de cambio sin tener en cuenta los principios con los que se puso en marcha. El mundo de la comunicación está lleno de ejemplos de este tipo y ya nadie se escandaliza de que se mercadee con estas concesiones públicas. A estas alturas del negocio, el aspecto que menos se tiene en cuenta es precisamente el de que una cadena pueda prestar o no un servicio público. La semana pasada Cuatro estrenó -poco después de los informativos que se va a calzar y que ya duran apenas diez minutos- un programa que es toda una declaración de intenciones. Se titula Todo es mentira y lo conduce Risto Mejide. En realidad es repetir la misma fórmula que en la Sexta llevan practicando desde hace varios años con el nombre de Zapeando. No les auguro mucho tiempo con este personal, incluido el propio Mejide, cuyos reflejos ante la cámara no son iguales cuando está ante el vivo y en directo. En realidad sus reflejos tienen que mejorar porque sus entrevistas se están convirtiendo en previsibles y condescendientes. La última que le hizo a Jesús Vázquez en su sillón de Chester en la que se vivió una especie de reencuentro no convenció a nadie. Bueno, puede que a sus respectivos egos, que de esos abundan en todas las cadenas, especialmente en las privadas.