Se hace duro ver cómo se desmantelan de la noche a la mañana unos servicios informativos en televisión. En Cuatro hemos sido testigos de ello dos veces en poco tiempo. El primero fue el cierre hace unos 8 meses de Las mañanas de Cuatro, una clausura que vino además precedida de veladas coacciones para despedir a su conductor Javier Ruiz. Un periodista que se ha caracterizado en los últimos años por dar la cara y afrontar un tipo de periodismo de denuncia que está claro que incomoda y del que se intentan librar aquellos que antes se conocían como poderes fácticos y que ahora se han diluido tanto que ni se les ve y ni siquiera tienen un nombre por el que conocerlos. El caso es que por poderes, por fácticos o por lo que sea, el viernes echaban el cierre de unos servicios que llevaban activos 14 años y que tenían junto con Ruiz a Ane Ibarzabal como caras más conocidas, pero todo un equipo con una experiencia incalculable de periodistas que ya habían librado la batalla diaria que este oficio hace lidiar a quienes lo practican para que la información fluya con la naturalidad del agua de los torrentes en primavera por buscar una metáfora fresca. Y la información cambió desde ayer de formato y no de cara, ya que será Carme Chaparro, la sobreviviente de esta escabechina de periodistas en la cadena de Mediaset. Casualmente el cierre de los informativos ha coincidido con la vuelta de Sara Carbonero a la misma casa. Desde ayer hace una colaboración semanal en Deportes Cuatro que debería (¿por qué no los llaman Todo es Fútbol en Cuatro?). Programa que presenta Manu Carreño que también deja unas migajas de protagonismo a Kiko Narváez. Su regreso tuvo como padrino al expatinador Javier Fernández, con quien compartió confidencias algo ñoñas al pie de una pista de hielo. Vuelve uno de los iconos de la cadena el día que Cuatro se ha reorganizado sin sus informativos. Un comienzo bien significativo de por dónde apuntan los tiros en esta casa.