La vida es sueño, dejó escrito Calderón de la Barca; la vida es cine, interpretó con su guitarra Luis Eduardo Aute; la vida es un carnaval y es más bello vivir cantando, bailaba Celia Cruz. Pero mira por dónde la vida es Facebook, pensó el terrorista que colgó su masacre de la mezquita de Nueva Zelanda en las redes y reprodujeron las televisiones del mundo. Un tipo que además invitó al planeta entero a suscribirse a la cuenta de un youtuber de cuyo nombre no quiero saber nada y mucho menos escribirlo. Unos ven en estas actos la señal de que los tiempos están cambiando. Somos universales en la maldad; en la estupidez y en los prejuicios somos universales también. El domingo un grupo indeterminado de católicos rezaba con fervor un rosario a las puertas de un teatro de Madrid donde se representaba la obra Dios tiene vagina, por la que se va a denunciar como responsable a la alcaldesa Carmena de Madrid al ser un teatro municipal. Llegan nuevos tiempos que tienen toda la pinta de repetir otros más viejos y dolorosos. Hay quien ya ve la vida con los ojos vidriosos de Manrique: nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir. Bueno pues ni tan mal. Pero si algo tiene claro un espectador de televisión de hoy es lo que afirmaba el proverbio catalán de que la vida es corta para ver tantas cosas y, además, como la escalera de un gallinero: corta y repleta de voluntarios dispuestos a llenarla de mierda. Puestos a analizar la vida, quedo con esa versión final de la película La vida de Brian en la que un grupo de crucificados saca su lado positivo y se pone a silbar: “Always look on the bright side of life”, algo así como “mira siempre el lado brillante de la vida”. Y si te sigue sin gustar, entonces ya solo te queda silbar como si contigo ya no fuera la cosa. No, no es muy complicado, no.