La semana pasada los del El hormiguero celebraron sus 2.000 programas, que es la cifra que da el salir en antena durante 13 años de lunes a jueves. Cuatro días a la semana es el sueño de casi todos: trabajar cuatro días y contar con un fin de semana de tres. Para el aniversario contaron con Will Smith, el que fuera uno de los personajes televisivos más conocidos de la televisión de la década de los noventa, pero que luego dio un salto al mundo del cine. Will Smith es un ferviente admirador de El Hormiguero. Cada vez que ha pasado por aquí queriendo promocionar uno de sus filmes, también ha visitado el plató y se ha sometido a la rutinaria entrevista de Pablo Motos y sus hormigas, además de participar en uno de esos experimentos físico-químicos adaptados para la televisión. No suele ser un espacio en el que invierta tiempo. Normalmente se pasan los meses sin que casi nunca sienta la atracción de ver explícitamente este espacio televisivo que casi todas las noches pasa por ser el más visto. Eso sí, cada vez que uno se para a verlo, siente esa especie de presión que palpita por el más difícil todavía. Ese triple salto mortal que intentan en vivo aunque no sea en directo. Estamos ante uno de los espectáculos televisivos más auténticos si valoramos el esfuerzo de ofrecer al espectador un momento estelar cada día. Uno de los datos que más sorprende de este programa es la del equipo: 150 personas que en su mayoría llevan en El Hormiguero desde el primer día. Está bien saber que se premie la continuidad al equipo. Yo que pensaba que el mérito de Pablo Motos era el de aportar innovaciones incluidas las de sus colaboradores, resulta que no: El Hormiguero resiste con los mismos que arrancaron y fueron capaces de ir atrayendo al público hasta hacer que cada día aporten esas novedades y las sorpresas que el público espera. Un programa cuyo mérito es el de jugar sin que vea mucho la red que lo sustenta. Y muchos días lo consiguen.