Síguenos en redes sociales:

Música

Remacha con Bruckner

Remacha con BrucknerUnai Beroiz

Todavía sigue siendo inhabitual escuchar a Remacha en su tierra, así que la programación del tudelano en el ciclo de la Sinfónica será siempre bien venida. J. A. Huarte Azparren, alumno y titular muchos años del Orfeón, lo programaba siempre en los conciertos a capella del coro, y concretamente su Jesucristo en la Cruz, junto al Sánchez Mejías, las Vísperas de San Fermín o La Bajada del Ángel, estaban en su repertorio. Sería estupendo ir recuperando por lo menos las más importantes.

Orquesta Sinfónica de Navarra

Coral de Cámara de Pamplona (David Gálvez, dirección). Andrea Jiménez, soprano. Gillen Munguía, tenor. Leticia Vergara, contralto. Iosu Yeregui, bajo. Perry So, dirección. Programa: Jesucristo en la Cruz de Remacha, y sexta sinfonía de Bruckner. Lugar y fecha: Baluarte. 27 de febrero de 2025. Incidencias: Tres cuartos de entrada.

La dramática cantata de Jesucristo en la Cruz, nos llega hoy en las voces de la Coral de Cámara de Pamplona, junto a la orquesta y solistas. Personalmente, reconozco que estoy un poco lastrado para escuchar la obra con un coro de cámara; siempre la he escuchado, –(y cantado)– con un coro, digamos, sinfónico, con respuesta de masa a esos intermedios orquestales tan wagnerianos, según comentarios de alguno de los directores que abordaron la obra, como esas densidades de su Poema del Alba (DN. 29-5-1997). Por eso, aunque nada tengo que objetar a la interpretación de la Coral, que defendió la obra con afinación y profesionalidad, no sé si éste es, precisamente, el repertorio de la Coral, dicho sea con todo el cariño. La partitura no trata bien a las voces, los solistas se mueven en tesituras extremas que saltan del agudo al grave sin compasión, precisamente para dotar de punzante dramatismo a un texto inmisericorde; tampoco tienen una línea melódica muy definida donde agarrarse; pero salieron airosos, sobre todo la parte femenina: Andrea Jiménez resuelve bien los agudos, y Leticia Vergara frasea muy bien su texto. Gillen Munguía también supera sin problemas su parte. Iosu Yeregui, tiene potencia pero su voz cambia de color según la tesitura: se hace raro. Por otra parte, la versión, más bien rápida, de Perry So me pareció bien en la primera parte, ese tramo más descarnado y “shoembergiano”, tan bien clarificado por las maderas; pero el resto creo que merece una lentitud más marcada y más meditativa del texto, sobre todo cuando entra el coro (Oh mancilla inestimable…), y en los tramos orquestales en los que merece la pena entretenerse. Pero, bueno, escuchamos otra versión y lo importante es programar a Remacha.

Señala C. A. Vierge (el gran estudioso del tudelano), que no siempre se encaja bien a Remacha en las programaciones de los conciertos, y tiene razón. En alguna otra ocasión se le ha programado con La Sinfonía de los Salmos de Stravinsky –(por cierto, qué poco se programa este compositor)– a mí me parece muy bien que se le junte con Bruckner. La cantata religiosa y la religiosidad del Bruckner; la humildad y austeridad del austríaco y Remacha, y ese tratamiento orquestal, que, aunque de pocos compases, es de considerable grosor, los relaciona. Perry So aborda la sexta sinfonía con garra, valentía y tempo que le va al instrumento que tiene. Se agradece, también, esa voluntad de ampliación del repertorio por parte de nuestra orquesta, aún sabiendo que se queda algo corta en la densidad bruckneriana. Pero el resultado fue suficiente para disfrutar de esos bloques monolíticos (esta música es como el Escorial), que el viento-metal alinea implacable, y el resto de la orquesta trata de amasar. Un momento álgido de la versión fue el adagio; qué bien sonó la cuerda; como solemos decir, para quedarse a vivir en él.