T odavía sigue en activo. Y lo que le queda. Wladimir Luján (La Habana, 1973) apostó hace ya una década por un cambio vital que le convirtió en el primer cubano que alcanzaba en Bilbao el profesionalismo como palista. Después de ser campeón de todo en el campo aficionado, Luján dejó su Cuba natal para trasladarse a Bilbao. Y desde 2002, primero en el ya clausurado frontón del Club Deportivo de la capital vizcaína y ahora más asiduamente en el nuevo Bizkaia (aunque también en otros escenarios), el cubano pasea por las canchas su clase con el leño.

No resultó sencilla su decisión, ya que Wladimir Luján tuvo que dejar atrás muchas cosas, pero sobre todo a muchas personas queridas. A su madre, a una decena de hermanos y a una hija de tres años de la que él cuidaba a diario. "De esta manera puedo trabajar aquí (en Bilbao), regresar a Cuba once meses después de mi salida, pasar un mes allí y volver a Bilbao". Estas fueron sus palabras al comenzar su andadura como palista profesional, una carrera en la que ha deleitado al público y en la que ha acumulado muchos éxitos, entre los que destacan los títulos de campeón individual de 2006 y el de campeón de parejas en 2004.

Se cumple ahora una década del debut de Luján como palista profesional, un estreno que no llegó un par de años antes por culpa de una hernia discal que frustró su primer intento de probar fortuna en Bilbao. El neurocirujano Domingo Díaz, quizás el mejor especialista cubano, se encargó de la operación y Luján aprovechó su convalecencia para sacarse el penúltimo curso de educación física. Recuperado y a su mejor nivel, en 2002 cruzó el Atlántico para mostrar al público bilbaíno su prodigiosa zurda.

Pero Luján no fue siempre palista. De hecho fue el béisbol el primer deporte que practicó y el que sirvió para que los ojeadores descubrieran el poder y calidad de su mano izquierda. Lo demás fue coser y cantar. Eso sí, acompañado todo ello de mucho trabajo. Y de muchos éxitos en el campo aficionado. Su título mundial en categoría sub'22 (en La Habana) y el absoluto en México (1998) le sirvieron de carta de presentación para dar el salto al profesionalismo. Lo hizo con 29 años y con casi 40 sigue en la cresta de la ola. Era su meta, porque ya dijo hace un par de lustros que su objetivo era jugar hasta los 40 y después regresar con su familia.