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BRASIL Julio César; Dani Alves, David Luiz, Thiago Silva, Marcelo; Luiz Gustavo, Paulinho (Hernanes, m.88), Oscar; Hulk (Jadson, m.73), Neymar y Fred (Jo, m.80).

ESPAÑA Casillas; Arbeloa (Azpilicueta, m.46), Piqué, Sergio Ramos, Jordi Alba; Busquets, Xavi; Pedro, Iniesta, Mata (Navas, m.52); y Fernando Torres (Villa, m.59).

Goles 1-0, m.2: Fred. 2-0, m.44: Neymar. 3-0, m.47: Fred.

Árbitro Björn Kuipers (Holanda). Amonestó a Arbeloa y Ramos, por España. Expulsó por roja directa a Piqué a los 68 minutos por una falta a Neymar.

Estadio Maracaná. 73.500 espectadores.

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Río de Janeiro. Brasil, el equipo más laureado de la historia, conquistó en su templo de Maracaná al ritmo de un nuevo líder, Neymar, su cuarta Copa Confederaciones, cerrando el ciclo glorioso de la selección española, que mantuvo la grandeza pese a la derrota. El partido soñado por todos los protagonistas. El duelo más esperado entre la pentacampeona Brasil y la selección que ha marcado el pulso del fútbol mundial durante en los tiempos más recientes, una España que inició hace cinco años su época dorada enarbolando la bandera del juego bonito. Y en el mítico Maracaná. Un templo del fútbol que fue una olla a presión.

La Copa Confederaciones cerró su novena edición ganando enjundia con la mayor fiesta del fútbol posible. Era la gran reválida de España. Imponer su estilo en un triunfo que sería legendario. La victoria y el título que le faltaba. Quiso heredar el testigo de Uruguay para un nuevo Maracanazo, pero se topó con un rival majestuoso. Brasil ha añadido la potencia física y el orden táctico que impone Scolari. Y mantiene la magia gracias a futbolistas como Neymar. Nacen con ella en las venas. Salen de cualquier rincón de un país que respira fútbol, con porterías donde hay pobreza y abundancia sin termino medio. De la mañana a la noche los brasileños juegan al fútbol en la playa o el asfalto. Con calzado o descalzos. Es su gran pasión.

Y derrotar a la selección del momento era un gran reto para una Brasil que quiere recuperar el prestigio perdido en una década de bandazos. Tenía estudiada a la perfección a España y salió a por ella. Al arrancar el partido, el primer tanto ya lo había marcado Maracaná. Sin cumplirse el minuto 2, con la salida en tromba esperada, un centro desde el costado derecho de Hulk, un salto mal medido de Piqué y Arbeloa y un rechace se transformaron en un gol de Fred, que batió a Casillas desde el suelo.

España estaba nerviosa. Superada. Desajustes defensivos. Pérdidas en la salida de balón, anulados por la presión asfixiante del rival. Afrontaba el más difícil todavía. El sueño se tornaba en pesadilla. Por primera vez comenzaba una final con todo en contra una final. No ocurrió ante Alemania ni Italia en las Eurocopas. Ni ante Holanda en el Mundial.

Superada por el ambiente, España cometía errores de principiantes. Incluso pudo acabar la primera parte con uno menos por un derribo de Arbeloa a Neymar cuando se escapaba hacía la portería de Casillas. Los errores costaban caros. Eran ocasiones brasileñas. Alba fallaba un pase y la jugada acababa en segundos en Fred. Brasil, la selección que más faltas cometió en la Confederaciones, no se lo pensaba para evitar que España dominase. A su ritmo, llegó la gran ocasión para Pedro. A la contra, Mata le dejó solo, encaró a Julio César, le superó con su disparo y cuando se celebraba el tanto del empate apareció David Luiz para lanzarse al césped y evitarlo. Restaban cinco minutos para el final del primer acto. Instantes después, Neymar se inventó un golazo para hundir aún más a España antes del descanso.

Pudo ser peor El inicio de la segunda parte fue un calco de la primera. Fred hizo el tercero para Brasil y el equipo de Del Bosque se tambaleó. Tanto que pudo ser goleado. Acabó con diez jugadores por una justa expulsión de Piqué al parar de manera antirreglamentaria a Neymar, que no paraba de crear peligro. Y la grada temblaba al ritmo de "soy brasileño con mucho orgullo y amor". Era el cántico orgulloso de un pueblo hacía su equipo. El que debe mantener España con una generación de la que nadie puede dudar. El Mundial del año que viene aparece como una oportunidad para la redención.