uharte arakil - Con una jornada radiante y una temperatura casi veraniega, San Miguel de Aralar volvió a ser lugar de encuentro de los montañeros de Navarra. Era el Mendigoizaleen Egun Handia, fiesta que ayer cumplió cinco décadas de andadura. Desde Madotz, Iribas o Uharte Arakil, la mayoría de los que subieron andando y en autobús otros muchos, cientos de personas se acercaron hasta lo alto de Aralar para disfrutar de esta cita que comenzó a celebrarse como acto de recuerdo a tres montañeros que fallecieron un año antes en la montaña por diferentes motivos. Eran Jesús Ganuza, Emilio Castiella y Javier Ardanaz.
“Aquello causó un impacto enorme. Un grupo de amigos del Club Deportivo Navarra organizamos una misa en su recuerdo y acudió mucha gente. Al año siguiente, se instituyó oficialmente como jornada de recuerdo y de hermandad montañera” recordaba Juan Mari Feliú, uno de los impulsores de esta cita que tiene fecha fija, el domingo anterior a la Navidad. También es fijo el lugar, aunque no siempre ha sido en este emblemático monte. “En los años 70 hubo años que se celebró en otros sitios como San Adrián, Zuberoa de Garde o Iran-tzu porque había gente que decía que se había perdido la esencia por los coches” recordaba. No obstante, había otros muchos que querían que se volviese a Aralar, según apuntaba este veterano montañero. Así, cuando fue nombrado presidente de la Federación Navarra de Montaña en 1983 se instituyó que fuera en San Miguel.
“Quien iba a pensar que 50 años después iba a continuar de esta manera, en un día tan bonito y con semejante ambiente. Hay caras nuevas y de aquella época” observaba un emocionado Feliú. Lo cierto es que ayer fue un día lleno de encuentros y recuerdos. “Hubo un año con fuertes controles policiales en los que no dejaban pasar a quién no llevaba DNI, por lo que mucha gente se tuvo que dar la vuelta” rememoraba Caridad Vélez, la única mujer que ha presidido un club de montaña en Navarra, el Irrintzi, ya desaparecido. “Como yo tampoco llevaba carnet, me escondí debajo de un asiento y no me vieron” aseguró esta veterana montañera, de 71 años, uno menos que Feliú. Asimismo, ambos recordaban que los primeros años también se celebraban pruebas de sokatira y otros juegos, con actuaciones de dantzaris.
EXPOSICIÓN Parte de la historia de esta fiesta se recogía en una exposición que se pudo ver ayer en la hospedería del santuario, con viejos recortes de prensa y fotografías, un pasado que Feliú y otros muchos deseaban que tenga futuro. Y es que la media edad de los socios de clubes cada año va en aumento, tal y como se pudo constatar ayer. “Es importante que se mantenga esta cita de hermandad y que se incorporen nuevas generaciones para poner en valor esta fiesta” señaló. No obstante, destacaba los grandes cambios experimentados durante este medio siglo. “Ahora hay otro modus vivendi. Los jóvenes están en otras cosas” abundó.
Al igual que estos últimos tres años, la cita fue organizada por el club Anaitasuna, que también se hará cargo el próximo año, según adelantó Jesús Mari Garísoain, más conocido como Txumarra. “Es un día muy importante para los montañeros, una manera de despedir el año y también de juntarte con amigos y gentes de otros clubes” observó Garísoain. Era el caso de Mª Ángeles Irigoien y Margari Murillo, la primera del Aitonak y la segunda del Anaitasuna. “Es un día muy bonito que siempre que podemos no nos lo perdemos” señalaron.
Mientras continuaba el reguero de montañeros y muchos almorzaban o disfrutaban de las impresionantes vistas que ofrece San Miguel, otros muchos asistieron a la misa en recuerdo de los montañeros fallecidos que ofició el capellán, Mikel Garciandía a las 10.45 horas, solemnizada por la Coral de Lekunberri. Asimismo, hubo un aurresku de honor y Ramón Arratibel Rayo, leyó un poema dedicado a aquellas personas que dejaron su vida en la montaña. Cómo manda la tradición, el oficio religioso finalizó con la veneración al ángel. “Los montañeros son una parte esencial del santuario. En una época de tanto ruido, aportan la paz que traen, la tranquilidad, el esfuerzo de venir” señaló el capellán.
Finalizada la misa llegó el momento de reponer fuerzas, con un almuerzo en los bajos de la hospedería, preparado por Mikel y Miren Zulaila, los nuevos arrendatarios del bar. Había dónde elegir: caldo, empanada, tortilla de patata, txistorra, carne con tomate y pimientos, y croquetas, sin faltar bebida para acompañar, con un cata de vinos ofrecida por la bodega Casa Salinas. Apetito no faltaba y la previsión de los 400 almuerzos que encargó Anaitasuna se quedó escasa. “Hemos preparado vasos y platos para 500 personas y se han agotado” señalaron los hermanos Zulaica. El sistema era nuevo y se formaron grandes colas. Si bien hubo opiniones para todo, la mayoría aseguraban que la espera había merecido la pena. Se dice que de la panza viene la danza. Lo cierto es que después no faltaron unos animados bailes al son de las trikitixas, la banda sonora ayer de esta fiesta.