San SEbastián - Julio Soto hizo referencia a la memoria del pelotazale mientras se cuadraba micrófono en mano frente a Abel Barriola. Dicen que al bertsolari, primo de Joseba Ezkurdia, siempre se le dio bien el mano a mano. El silencio era una losa pesada y la sonrisa del pelotari de Leitza se agarraba al Atano III como la carne al pellejo. “La memoria”, cantó. El procesador vital. Un ordenador encima de los hombros. El retrovisor constante. Una máquina caprichosa que se apoya en sensaciones, recuerdos difuminados y días de mucho y de nada. El córtex: un laberinto, un puzzle en el que Soto puso el ojo y la voz. Abel Barriola: un huracán por dentro. Abel Barriola: un amasijo de nervios. Abel Barriola: el centro del universo manista. Abel Barriola: en tensa espera a dar sus últimos pelotazos. Después, la memoria. Después, el Olimpo.
Después, un crescendo de emociones que había abierto el dantzari Joseba Sagastibeltza, mientras el templo donostiarra bullía en un constante foco central dirigido hacia el pelotari de Leitza. Julio Soto le lanzó a los altares, hacia el premio mayor que la historia y que la enciclopedia, hacia los corazones. A los cimientos del ser humano. Y, tras una serie de regalos por parte del Ayuntamiento de San Sebastián, CaixaBank y Aspe, empresa del zaguero, el micrófono se le tendió. “Gracias”, dijo el leitzarra, al que se le quebró la voz al tratar de hablar en castellano. La fractura definitiva. “No sé ni lo que he dicho”, analizó después de su último partido. Los nervios le atacaron antes de romper a sudar. Y después.
Se acordó de ese momento tras tocarse el pecho, la parte del corazón, con la mano derecha y salir despedido del Atano III como un ídolo. Sobre todo, después de un final de encuentro espectacular, en el que el abrazo en el cartón 21 catapultó su despedida a un delirio espeluznante. Piel de gallina. Ojos de halcón. Y terminó del modo más justo posible: un dos paredes de Barriola desde el txoko en un tanto lleno de traqueteo -24 pelotazos-. Un final made in Hollywood.
Durante la contienda, Joseba Ezkurdia y Jokin Altuna sujetaron la cita. En especial, el delantero de Amezketa cuajó una actuación de pantalón largo. Un invitado de altura. El guipuzcoano ejerció de figura en toda regla, tomando el mando del envite con la seguridad de un veterano. Altuna III, el duende hecho manista, el pelotari mágico, finalizó el choque con 16 tantos en juego y un saque. Su adversario en los cuadros alegres también obtuvo una gran tajada: 14 remates positivos. El voleísta de Sakana, gran amigo de Abel, no quiso poner la alfombra a su compañero. Se notó. El envite, de complicada factura para el leitzarra por la visceralidad de su propuesta, por conocer que el epílogo se estaba redactando en esos instantes, fue trabajado y entretenido y el leitzarra empujó con todo para tratar de sobreponerse a los acontecimientos. Los nervios le dieron una última lección de juego.
La película, no obstante, tuvo el regusto dulce del trabajo. La fogosa intención de Altuna III se tradujo en una actividad constante y de sentido preciosista. El puntillero guipuzcoano aportó cemento a los primeros pelotazos del compromiso, de complicada factura para el veterano pelotari de Leitza. La tensión: un pitbull en el estómago. Se desperezó el amezketarra con la intención de ser el convidado perfecto en un cruel inicio protagonizado por su constante transitar por el cable del funambulista. Además, asomó con golpe y nervio. Ese tramo, dominado por el joven figura, puso el 1-8 y se calmó la cosa.
Ezkurdia y David Merino, por su parte, volvieron a recitar de memoria el guión del pasado Campeonato de Parejas: resistencia y pocos errores. Así encontró el arbizuarra un hueco y metió un buen gancho largo. Y comenzó el golpe de timón. Barriola pasó apuros para quitar al de Sakana, pero intentó frenar las brechas a base de trabajo. Mientras, Altuna buscaba la pelota buena. Una combinación de pimienta. El tándem colorado remó a contracorriente hasta conseguir llegar al 10-11. Altuna III y Barriola notaron el aliento en el cogote. Una parada al txoko del guipuzcoano, en un día de chistera y varita, mandó a los cuatro pelotaris a la silla.
Después, se registraron empates a 12, 13, 15 y 18. Y el carrusel de emociones se precipitó en un final de partido espinoso en el que los dos delanteros pidieron entrar en el tiro de cámara a base de fogonazos. A Barriola, como él mismo reconoció después, comenzaron a asaetearle los recuerdos y la necesidad de hacer un trabajo serio, limpio y tranquilo. Virtud de currante. Virtud de cirujano.
La sala de operaciones acabó siendo un choque de estilos en el que, tras tener un 20-21 a favor, un gancho de Ezkurdia hacia el medio en un tanto debatido en 56 pelotazos puso el pulso parejo y con saque colorado. La tensión creció. La grada se puso de pie. Y el infarto fue un dos paredes de enredo para desatascar la madeja del partido. Fue el leitzarra quien puso el final a su carrera con ese golpe. Una pizca de sal y justicia poética a una decisión, tomada hace meses, de retirarse tras 19 años en profesionales. Un aquí estoy yo. El escritor terminó su obra maestra. El fin. Abel dijo adiós a la pelota a mano profesional en el Atano III de San Sebastián con la mano derecha en el corazón, y viceversa, y la barbilla en alto. El pelotari caballero, que se había roto en el homenaje del frontón antes del partido y al que Soto le susurró cuestiones universales, se deshizo en hombre. La memoria se hizo carne. Más Barriola que nunca. Tan Abel como siempre.
Ezkurdia-Merino II21
Altuna III-Barriola22
Duración 63:58 minutos.
Saques 1 de Altuna III (tanto 8).
Pelotazos 555.
Tantos en juego 14 de Ezkurdia, 2 de Merino II, 16 de Altuna III y 2 de Barriola.
Errores 3 de Ezkurdia, 1 de Altuna III y 4 de Barriola.
Marcador 1-1, 2-8, 5-9, 6-9, 7-10, 8-11, 10-12, 12-12, 13-13, 14-15, 15-15, 16-16, 17-18, 18-18, 18-19, 19-19, 19-20, 20-20, 20-21, 21-21 y 21-22.
Incidencias Partido disputado en el frontón Atano III de San Sebastián. Lleno.