- En 2016, con 20 años, jugó su primera final del Cuatro y Medio. Desde entonces no se ha bajado del partido más importante del acotado. Unai Laso será su rival el domingo en el frontón Bizkaia de Bilbao (17.00 horas). Entretanto, charla con DIARIO DE NOTICIAS sobre su relación con la victoria, la derrota, el éxito y el fracaso.

Es su sexta final seguida del Cuatro y Medio. ¿Qué supone para usted?

—Al acabar la semifinal no tenía en mente si era la sexta o no. En esos instantes tienes la alegría de estar en otra final y de que vuelves a pelear por una txapela. Antes no disfrutaba tanto de estas semanas de preparación, pero me he dado cuenta de que el camino es muy bonito. Disfruto mucho de él. Sé que todo te lo juegas en una hora, pero si vives contento estas semanas, te encuentras mejor en la cancha. Es la sexta final, estoy muy contento y ojalá juegue más, pero si me quedara aquí, ya estaría muy contento.

Normalmente, el balance se hace cuando se peinan canas, pero la realidad es que su nombre ya está en la historia. Y solo tiene 25 años.

—El palmarés quedará ahí para cuando ya no esté en este mundo. Dentro de muchísimos años, que mi nombre esté ahí es algo muy grande. Son seis finales seguidas y no se trata únicamente de ganar partidos: hay que tener suerte con las lesiones, con los momentos de juego... Siempre hay dificultades en el camino. Este año, por ejemplo, he estado algo más justo en algunos tramos del Cuatro y Medio. Esos momentos es importante ser fuerte mentalmente.

La gran referencia de la modalidad es Aimar Olaizola -siete txapelas-. ¿Cómo se ve en comparación con él?

—No pienso en ello. Recuerdo que cuando empecé en el Cuatro y Medio quería jugar contra él. La primera vez fue en 2015, yo tenía 18 años y él, 35. Estaba a un grandísimo nivel. Aimar ha sido un pelotari increíble por todos los años que ha estado arriba y por el nivel que ha dado. Es un referente de juego. Siempre tendré en la memoria los partidos que jugué contra él y todo lo que aprendí.

Se retira el sábado.

—Parece mentira. Hay momentos en los que piensas que algunos deportistas son eternos. Los grandes también se retiran. Aimar estará orgulloso por la carrera que ha llevado. Además, los pelotazales estamos orgullosos de poder verle jugar. Espero disfrutar de su último partido.

Comentaba anteriormente que en el inicio del Cuatro y Medio le costó. Sin embargo, en el momento exacto, cuando se jugaba todo a una carta contra Oinatz, despegó, se metió en semifinales y superó a un Ezkurdia tremendamente entonado en la liguilla de cuartos de final.

—Es cierto que este verano no ha sido fácil para mí. He pasado molestias en la mano y tuve que suspender algunos partidos. Físicamente me encontraba bien, pero en el frontón sentía que no tenía ritmo, que no mandaba en el partido. Me costaba mandar en la cancha. Aparte de eso, en el primer partido, Aitor Elordi demostró, como lleva haciendo últimamente, que está a un gran nivel. Por suerte, le gané. Después, Peio fue mejor que yo y me ganó. No me alarmé. Soy consciente de que puedo perder con cualquiera, pero que también puedo ganar a cualquiera. Intenté no preocuparme, no lamentarme y ver en qué tenía que seguir mejorando y en qué tenía que incidir. Me di cuenta de que tenía que ser más agresivo y tenía que meter más ritmo a los partidos. Nunca sabes cómo va a responder el cuerpo y he tenido la suerte de haber respondido. Ahora tengo una final por delante y espero mantener el nivel de juego y las sensaciones de estas semanas.

Al terminar el partido contra usted, Oinatz Bengoetxea dijo que no volvería a jugar partidos de campeonato. ¿Cómo lo valora?

—Su ilusión es hacer veinte años en la pelota. Ha sido un manista muy querido y que ha dado gran nivel. Tanto la pelota como él se merecen que él mismo decida cuándo se retira. Es un pelotari muy especial para mí. Creo que a nadie le cuesta demasiado que él haga 19 años y seis meses o que haga 20. Oinatz merece unas despedidas dignas, con el frontón lleno, porque es muy querido por los pelotazales y en el vestuario. Se lo merece.

Volviendo a la 'jaula'. ¿Cómo se cultiva la paciencia en los momentos clave?

—En parte tiene que ver la experiencia y el haber vivido momentos similares. Últimamente me ha salido bien, porque he estado en semifinales, pero recuerdo mi primer campeonato en Primera: gané a Aimar y a Artola, tenía que hacer trece tantos a Oinatz, me quedé en siete y me fui a la calle. No digo que aprendiera por eso, aunque influye. En el Cuatro y Medio te lo juegas todo en el último partido, pero también en el Manomanista nos jugamos todo el campeonato a vida o muerte. Intentas olvidar los partidos anteriores, centrarte en el día a día. Era consciente de que si perdía tampoco se acababa el mundo. Fíjese, antes de la semifinal me preguntaron si consideraba que hubiera sido un fracaso perder ante Ezkurdia. ¿Cómo iba a ser un fracaso? Estaba en una semifinal, hay contrarios muy buenos y sé que cualquiera me puede ganar. Saber que puedo perder contra cualquiera da tranquilidad en el día a día.

No es fácil liberarse de esa presión. Lo normal es sentir esa obligación.

—Que haya entrado seis veces en la final no quiere decir que tenga que haber una séptima. Perder es lo más normal del mundo.

¿Tiene claro que las malas rachas o las derrotas están más cerca?

—Sí. Llevo una racha superbuena y estoy consiguiendo buenos resultados. En una final ya sabes las opciones que tienes: un cincuenta por ciento. Se habla de favoritos, pero las finales son distintas. Todo se iguala. Joseba venía como un tiro en las semis y yo no estaba tan bien y fíjese. Te la juegas a un partido. Te tienes que preparar para ganar y hay que ser consciente de que puedes perder. Estas semanas no pienso en ganar o perder.

Prosiga.

—Yo he pasado malas rachas. Gané dos finales, perdí tres y ahora he ganado dos. Lo cierto es que cuando ganas todo es normal y todo es bonito. Cuando pierdes, en cambio, te das cuenta de que has perdido otra vez y piensas en que se te ha escapado una oportunidad. Recuerdo que al perder con Erik Jaka la final del Manomanista (2020) hablé por teléfono con Juan (Martínez de Irujo) y me recordó que él estuvo dos años y medio sin ganar una txapela. Entonces, él también lo pasó mal, pero hay que recordar que son rachas. Lo importante es estar ahí.

¿Quizás se olvida un poco que lo más normal es perder, que doce pelotaris empiezan el Cuatro y Medio y únicamente gana uno?

—Siempre nos quedamos con el que gana. Cuando pierdes una final en el momento ves a un pelotari que te ha ganado, pero también hay que mirar el camino. Hay manistas que no tienen opción de jugar ni una sola final individual. Tienes que valorar sentirte un privilegiado por vivir esos días. Eso me da alegría.

¿Ha naturalizado con el tiempo su relación con la derrota y la victoria?

—Sí. Cuando eres niño te fijas en el que gana. En la sociedad se ve como una persona de éxito. A veces, cuando ganas, es como si fueras un héroe y el que pierde es un villano. El niño ve eso. A mí, por ejemplo, no me gusta que la gente me diga: "Venga, hoy hay que ganar". No me sienta bien, porque yo tengo que hacer mi partido y lo que está en mi mano, pero el partido del adversario no se puede controlar. Por eso hay que centrarse en lo de uno mismo. Aunque uno sea favorito, el otro también juega. Tengo 25 años y sigo aprendiendo a procesar todo eso. Vas aprendiendo de todos esos sentimientos, de victorias y derrotas. Ese camino es satisfactorio para la vida. Hay esfuerzo, hay trabajo, juegas contra un adversario al que hay que respetar mucho. Si un día soy padre y tengo un hijo o una hija que le gusta el deporte, trataré de inculcarle esos valores. Lo importante es dar todo lo que tienes. Mi familia no tiene que estar orgulloso de lo que estoy consiguiendo, que seguro que lo están, sino de cómo me ven en el día a día y cómo me esfuerzo.

¿Preferiría que le recordaran más como un pelotari que humaniza al deportista que por los logros que consiguió?

—Muchas veces me han preguntado por mi estado en la rueda de prensa tras perder contra Jaka, por haber llorado. Mostré lo que sentía por dentro. Se me ve fácil. En ese momento estaba jodido. Aprendes de ello. Cuando eres niño crees que si ganas eres una cosa y si pierdes, otra. Después, el deportista va aprendiendo de todo eso. Todavía me queda mucho por aprender a asimilar esas cuestiones. Estoy contento por todo lo que he logrado, pero no me arrepiento de ninguna de las derrotas; pasaron porque tenían que pasar y me ayudaron a crecer. Hay victorias que no te hacen crecer y derrotas que sí. Me gustaría no ser recordado solo por los títulos y creo que no soy valorado solamente por ellos. Tengo muchos amigos en la pelota y me siento cómodo en el día a día.

Llorar no es negativo.

—Nunca me he sentido avergonzado por cómo estuve en esa rueda de prensa. No lo controlas. Es lo que sientes. Me vino bien desahogarme. No me acordaba ni siquiera de que había cámaras. No es nada negativo.

Los futuros pelotaris verían que los de la élite también son humanos.

—Todos hemos sido niños y hemos sufrido. Todos aprendemos de las situaciones que vivimos en la vida. Me vino bien. No borraría nada de lo que he vivido en la pelota hasta ahora.

¿Trabaja el aspecto psicológico?

—Estuve seis meses haciéndolo. No solo para el aspecto deportivo, sino que también me centré en el día a día y en las ganas. Además, me gusta leer sobre el tema y me viene bien.

Juega el domingo contra Unai Laso.

—Subrayaría que Unai ha llegado para quedarse. No creo que vaya a ser flor de un día. Ha alcanzado la regularidad. Es un pelotari muy peligroso. Me alegro de que le vaya bien.

¿Es usted favorito?

—Me da igual. Puede que sea favorito porque es su primera final y la novena mía, pero luego hay que demostrarlo en la cancha. No le doy vueltas. Me centro en mi partido.

Todos tenemos en la retina el espectáculo de la final del Cuatro y Medio de San Fermín. No es referencia.

—Fue bonito, pero cambia todo. Para empezar, que el frontón estará lleno. Había miedo de ver cómo respondía la gente y está funcionando.

Ha vivido finales con frontones vacíos y con frontones llenos.

—Se valora mucho más todo. Lo más importante es que la gente disfrute. Esperamos dar el nivel.

¿3.000 personas en las gradas pueden beneficiarle a usted por la experiencia?

—No lo sé. Sí que es cierto que en mi primera final, cuando salí en Gasteiz a la cancha, el murmullo me puso nervioso. Eso no se puede controlar. Son partidos especiales.

Vuelve la normalidad en la pelota. ¿Los contratos de los pelotaris regresan a la normalidad también?

—En Aspe volveremos a la normalidad a final de año. Todavía no estamos al cien por cien. Seguimos con rebajas. Esperamos que no haya vuelta atrás. Estamos contentos por ello. La gente responde, pero quiere partidos de competición.

"Mi familia no tiene que estar orgullosa de lo que estoy consiguiendo, sino de lo que ven en mi día a día"

"Estoy contento por todo lo conseguido, pero no me arrepiento de ninguna de las derrotas que he vivido"

"Unai Laso ha llegado para quedarse, no creo que sea flor de un día; ha alcanzado la regularidad"