Creíamos, en nuestra ingenuidad, que el fútbol femenino, en gran progresión en los últimos años, iba a crecer evitando, de modo meditado y escrupuloso, los peores males del fútbol masculino. Y, así, se puede destacar que lo está logrando en cuanto a deportividad –tanto sobre el césped como en las gradas, en las que de momento se ha librado del hooliganismo habitual en el masculino–. Pero en ésas estamos cuando la UEFA decide que Inglaterra, anfitriona de la Eurocopa, tiene que estar sí o sí en semifinales, y el modo de lograrlo es dar como legal un gol ante España tras una flagrante falta. Por decisión de la árbitra y sin consultarlo con el VAR. Una colegiada que no se llamaba Al-Gandhour (el artífice de que la anfitriona Corea del Sur llegara a las semifinales del Mundial masculino de 2002), pero que sin duda es de la misma escuela. Este fútbol será femenino, pero las federaciones internacionales siguen siendo las de siempre.