La atleta Ana Peleteiro ha tomado a las redes sociales este miércoles para compartir un emotivo video en el que habla, con total honestidad y sin filtros, sobre una de las experiencias más duras de su vida. Una semana después de anunciar la pérdida de su segundo embarazo, la deportista decidió abrir su corazón y compartir en detalle el proceso del aborto diferido que vivió.
Impacto físico y emocional del aborto diferido
En dos videos publicados a Instagram y TikTok, Ana no solo relata el aspecto físico de lo ocurrido, sino también el impacto emocional que ha tenido este momento tan íntimo y doloroso.
Desde que supo que estaba embarazada, Peleteiro quiso hacer un seguimiento médico tanto en el sistema público como en la sanidad privada. Al no querer esperar hasta la semana 12 para la primera analítica y ecografía de la sanidad pública, decidió hacerse una revisión antes. Fue entonces cuando le dieron la noticia inesperada: el bebé no tenía latido.
Síntomas sin señales claras
“Yo no tenía ningún síntoma aparente, pero sí que es cierto que una vez me dieron la noticia relacioné algunos síntomas que había tenido con lo que estaba pasando”, cuenta. “No tuve sangrados, no manché en ningún momento. Pero me encontraba muy mal, me dolía muchísimo la cabeza”.
También recordó que algunas señales habituales de sus embarazos, como la aversión al café o la necesidad de tomar zumo frío al despertar, habían desaparecido. Pero nunca imaginó que eso se debía a la pérdida del bebé. “Pensé que era porque ya estaba entrando en la semana diez y estaba saliendo del primer trimestre”.
El momento de la ecografía y la reacción emocional
El momento de la ecografía fue un punto de inflexión. “Empezó la eco, el bebé lucía súper bien pero cuando fue a buscar el latido, no lo encontró. Ella nos lo transmitió desde una tranquilidad, un respeto y un cariño increíble. No pude ni llorar. Me quedé en shock. Dije: ‘No. Yo voy a salir de aquí, esto no ha pasado y voy a llegar a mi casa y el corazón de mi hijo va a volver a latir’. Yo estaba en otro mundo”.
Decisiones difíciles y tratamiento en casa
Pese a lo duro de la noticia, actuó rápido. Su ginecóloga le explicó las opciones: medicación que induce un parto o una intervención quirúrgica. Tras no conseguir una cita inmediata en el centro de salud, habló con su médica y con su prima Marta, que también es médico, y decidió seguir el tratamiento farmacológico en casa. “La vuelta en coche fue desoladora. Yo estaba ida”, recuerda.
El proceso físico: “Ahí empezó el calvario”
Ese día, tras comer con sus padres, comenzó a notar los efectos de la medicación: calambres, dolor en los riñones, náuseas, fiebre. “Ahí empezó el calvario y lo que nadie te dice de lo que es un aborto diferido. Esta medicación consiste en provocarte un parto”, explica con crudeza.
A las 10 de la noche expulsó la placenta. “Yo pensaba que ese era el bebé y ahí hice mi duelo”, confiesa. Agotada por el dolor físico y emocional, logró dormir unas horas. Pero por la mañana las contracciones volvieron con intensidad. “Yo ya había pasado por un parto anteriormente y la verdad es que estas son como las contracciones del parto. Lo pasé francamente mal, no solo por el dolor físico, sino por el dolor psicológico. Estás dando a luz a un bebé que no está formado y que es tu hijo. Personalmente, me costó muchísimo”.
Un adiós con amor y dignidad
A las 12 del mediodía, su cuerpo le pidió empujar. “Conseguí expulsarlo completo, lo viví con mucha tranquilidad y calma. Lo pude coger con mis propias manos y en ningún momento sentí ningún tipo de rechazo sino todo lo contrario, un amor y un cariño que jamás pensé que llegaría a sentir por un bebé que se había ido al cielo siendo tan minúsculo”.
Junto a su familia, pudo despedirse de ese hijo que no llegó a nacer. “Tuvimos la suerte de poder enterrarlo junto con mis padres y con Lúa y así pudimos cerrar ese ciclo”. Ana destaca lo importante que fue para ella hacer esa despedida de forma digna, sin rechazar al bebé, y vivir el duelo con amor. “Me ayudó mucho hacerlo de esa forma”.
Recuperación física y apoyo profesional
En los días siguientes, continuó con sangrados que fueron disminuyendo poco a poco. “Dejé de sangrar por completo a los siete días y a día de hoy estoy 100% limpia y recuperada”, aseguró.
Aunque reconoce que el duelo es un proceso doloroso y muy personal, recomienda no atravesarlo en soledad. “No dudéis en hablar con profesionales, si pueden ser profesionales con experiencia en duelos gestacionales, no dudéis en llamarlos desde el principio. Yo hablé ese mismo día con mi terapeuta, tuvimos una sesión de una hora y fue lo más curativo que pude hacer, además de pasarlo de la mano de mi marido”.
“Estoy en paz conmigo misma”
Con una entereza admirable, Peleteiro afirma no sentir culpa por lo ocurrido. “Estoy muy tranquila, me siento en paz conmigo misma y no tengo ningún sentimiento de culpa, porque sé que no hemos hecho nada mal”. Y encuentra consuelo en su fe y en una frase que repite a menudo: “Todo pasa por algo”.
“Mi hijo no venía sano, pasó lo que tenía que pasar”, expresa con claridad. Aunque la experiencia fue inesperada y dolorosa, asegura que su bebé, a pesar de su breve existencia, dejó una profunda huella: “Vivió muy poco tiempo pero les dejó un aprendizaje y recuerdo enorme. Siempre va a ser su hijo”.