pamplona - Ya no es el capi. Ahora, esas funciones están bien delegadas en su querido amigo Carlos Chocarro. Después de 22 temporadas en Anaitasuna, 19 de ellas en el primer equipo, Miguel Goñi abre una nueva puerta. Ya no tendrá que hacer encaje de bolillos para compaginar su trabajo como jefe de obra en Construcciones Ecay con los entrenamientos, los partidos o los viajes. Punto y aparte. Los últimos días han sido muy intensos para Goñi, entre despedidas y emotivos mensajes procedentes de instituciones o de entidades deportivas como el Xota o el CA Osasuna. El emblema de Anaitasuna pasa a ser también historia del deporte navarro.

No todo el mundo tiene la suerte ni la oportunidad de haberse despedido en casa, como usted.

-Así es. Cuando vi el calendario de la temporada es lo primero en lo que me fijé. Jugaba en casa y además contra Sergey y contra Erik (Balenciaga). Me hizo ilusión. Yo este partido me lo había imaginado desde distintas posiciones. Todos pensábamos que el año, deportivamente, iba a ir mejor y que quizás en la última jornada podíamos jugarnos algo. No ha sido así, pero el deporte tiene estas cosas. Me da pena por el regusto amargo que queda en el entorno de Anaita. Esta temporada ha sido ni fu ni fa. Posiblemente, teníamos el listón muy alto.

Nos habían malacostumbrado ya...

-Puede ser. Todo el mundo quiere pelear por objetivos ambiciosos. A mí, el hecho de que no haya habido éxitos deportivos como una final de Copa ha sido como la última lección: valora lo que has tenido, porque te has acostumbrado a lo mejor y esto no es la realidad. Personalmente, me ha venido bien. A mis compañeros, creo que también. Incluso a la afición.

Habla de una lección importante. ¿Qué otras cosas le ha enseñado el balonmano?

-Yo he aprendido valores dentro del equipo. Para mí, los compañeros que tuve en la primera etapa son los que me enseñaron, por ejemplo, a transmitir lo que era Anaitasuna. En todos estos años he tenido una evolución, y el deporte, el equipo y los compañeros me han hecho formarme como persona. He aprendido más que de balonmano y he forjado mi carácter como adulto. Llegué con 16 años al club, al primer equipo con 19 y he estado la mitad de mi vida ahí. Es el desarrollo más extenso que he tenido.

Este deporte le ha dado grandes amigos como Carlos Chocarro o Ricard Reig, por poner dos ejemplos. ¿Qué otras personas, de las que se quedan de por vida, le ha permitido conocer el balonmano?

-Ellos son dos de esas personas, por supuesto. De mi cuadrilla más directa, de cinco, todos han jugado al balonmano menos uno. Con ellos he compartido vestuario en Anaitasuna o Maristas. A Naiara (Egozkue) la he conocido gracias al balonmano también, a través de su hermano. Me dejaría mucha gente, la verdad. De la última etapa, mis dos zurdos (Etxeberria y Gastón), Antonio (Bazán) e Ibai (Meoki). Quiero pensar que van a seguir en mi vida.

¿El conocer a estas personas es quizás lo más bonito que le ha dado el balonmano?

-Sin duda. Alguien puede pensar que lo mejor son los títulos, pero muy pocos los consiguen. No es fácil. Hay personas que, a través del balonmano, se han convertido para mí en imprescindibles.

¿Cuáles han sido sus mejores y peores momentos?

-Entre los peores, el descenso de División de Honor Plata a Primera Nacional. A nivel personal, además, murió un compañero en aquella temporada. También recuerdo como duros los años en los que peleábamos por subir a la Asobal. Íbamos de decepción en decepción. Y también los dolores que tuve a final de la temporada pasada y mitad de esta (por una artritis). Los buenos se valoran luego, pero las clasificaciones europeas han sido lo más grande y el primer año de Aniz fue espectacular.

Ahora tendrá más tiempo para sus aficiones...

-Tiempo para estudiar (Historia del Arte). Tengo, además, libros y viajes pendientes y me gustaría patinar.

Le veremos en la grada, ¿no?

-Sí. Voy a ser el 3.001.