pamplona - La carrera de Naiara Egozkue da para mucho, pero si hay unos “años especiales” en su trayectoria, estos son los del Itxako (2004-2012). En el equipo de su tierra dio el gran salto como profesional, compartió vestuario con las mejores jugadoras del panorama balonmanístico de la época y con su camiseta empezó a engrosar su particular vitrina de trofeos. Cuando echa la vista atrás, en el compartimento de mejores momentos de su carrera están los del Itxako.

“Recuerdo mucho la semana de nuestros dos primeros títulos con el Itxako” -temporada 2008-2009-. “Conseguimos la Liga en Elda y de ahí nos marchamos a Alemania a jugar la vuelta de la EHF. También la ganamos y nos hicimos con la Copa. Cuando volvimos a Estella-Lizarra nos estaba esperando toda la afición. Recuerdo bajar del autobús, con el trofeo en la mano... Aquel momento fue brutal”, rememora.

Egozkue sabe que los títulos son importantes, es algo “muy bonito”, pero el recuerdo del Itxako va más allá. “Éramos una familia y también unas gamberras. Nos juntamos una cuadrillica que nos reíamos un montón, hacíamos el tonto, en los momentos de autobús o en los viajes. De aquella etapa me quedan amigas, compañeras que ya se han retirado como Andrea Barnó o Je-ssica Alonso, a las que sigo teniendo en mi vida. Intentamos quedar todos los años en verano y vernos”.

Unas compañeras con las que compartió muchas alegrías, pero también penas. “Las derrotas también son bonitas. Me refiero a los momentos malos que pasas en grupo y los superas en grupo. Siempre nos resulta más fácil ayudar a otros, pero es muy difícil pedir ayuda cuando es para nosotros. El deporte me ha enseñado eso. El ser capaz de decir ‘échame una mano, dame un abrazo o estate a mi lado”.

Junto con esos primeros títulos de la Champions, Naiara Egozkue se queda con aquella final de la Champions League en el pabellón Anaitasuna de Pamplona ante el Larvik noruego, en la temporada 2010-2011, que Itxako acabó perdiendo. “Aún me acuerdo de La Catedral vestida de amarillo haciendo la ola o cuando esperábamos en aquella esquina a que nos presentaran”.

La caída del Itxako fue un “palo muy duro” para todo el equipo. Una circunstancia que le obligó a emigrar a Alemania, al Leverkusen, en busca de una oportunidad. Cuando estaba allí, y a la edad de 30 años, recibió por primera vez la llamada de las Guerreras, con las que vivió otros momentos especiales como la plata europea o los Juegos de Río. “Con la selección acabé jugando mundiales, europeos y hasta unas Olimpiadas. Yo ya había renunciado a eso, pero se me abrió un mundo nuevo”, recuerda. - B.E.I.