La selección española de balonmano revalidó ayer su título de campeona de Europa, otro triunfo de una generación irrepetible. Sin olvidar que es el combinado que más medallas acumula en la historia de los Europeos (dos oros -2018 y 2020-, cuatro platas -1996, 1998, 2006 y 2016- y dos bronces -2000 y 2014-, para un total de ocho preseas en 14 campeonatos -el primero se disputó en 1994 en Portugal-), lo mejor de todo es que el éxito esconde otro suculento premio: el billete para los Juegos Olímpicos que este verano se celebran en Tokio (Japón).

La victoria del equipo de Jordi Ribera cobra también especial relevancia porque pelear contra el gen croata resulta complicadísimo. A Croacia le puedes ir ganando por cuatro goles de diferencia en el inicio de la segunda parte (16-12), como ocurrió ayer, y es capaz de volver a meterse en el partido pese a haber disputado 48 horas antes una semifinal de 80 minutos contra Noruega, a la que derrotó por la mínima (29-28) tras dos prórrogas.

No obstante, en un partido tan igualado y tan táctico como el que ayer protagonizaron España y Croacia, tal vez influyó en su resolución la mayor frescura física de los Hispanos en el tramo decisivo. También tuvieron mucho que ver los pequeños detalles. Y ahí no queda otra que destacar la aportación de Gonzalo Pérez de Vargas en la portería y la de Jorge Maqueda en el último tramo de la primera mitad, ambos incluidos en el siete ideal de la competición.

Y no me quiero despedir de este Europeo sin recordar lo afortunado que me siento de haber estado presente en casi todos los éxitos de esta selección, ni tampoco sin olvidarme de la aportación navarra. Iosu Goñi jugó de inicio y en 14 minutos dio solidez al 5/1 defensivo de su equipo y marcó el 2-3 en un momento en el que Croacia se escapaba en el marcador. Pero también me acuerdo de Eduardo Gurbindo, ausente por lesión y al que confío ver en Tokio. Pero eso ya es otra historia.

El autor es técnico navarro de la Federación Española de Balonmano