- En 2016, levantaba su primer y único trofeo de Champions con el Barcelona. Ahora, cinco años después, Eduardo Gurbindo jugará su quinta Final Four en Colonia, esta vez con la camiseta del HBC Nantes, club donde ha jugado el último lustro y al que dirá adiós para marcharse al Vardar macedonio. El internacional navarro, de 33 años, quiere poner el broche a su etapa en Francia ganando el máximo título europeo por clubes. En su camino le espera precisamente este sábado el Barça, mientras que la otra semifinal la protagonizarán el PSG galo y el Aalborg danés. Inmerso en una vorágine de cambios, de ciclos que cierra, de ilusionantes puertas que abre y con los Juegos de Tokio en el horizonte, Gurbindo espera poner el broche de oro a una temporada en la que ha vuelto a las pistas. A jugar tras una grave lesión de menisco en su rodilla derecha que se produjo el 17 de mayo de 2019 y que le obligó a pasar dos veces por el quirófano. La recuperación ha sido ardua, dura, dolorosa. Pero ha sabido sobrellevarla con el carácter optimista que le caracteriza y, sobre todo, gracias al pequeño Liam, de dos meses, que ha sido la mejor medicina en su rehabilitación, incluso antes de nacer.

Otra final de Champions. Vaya colofón a la temporada y a su etapa en el Nantes.

-Estoy muy contento, la verdad. Ha sido una temporada atípica, con lo del covid, y además en mi caso particular hasta enero no empecé a jugar por el tema de la rodilla. Poco a poco he ido sintiendo menos dolor y menos sensaciones negativas, que era el objetivo. En cuanto al equipo, ha ido a más. Nos hemos plantado en la Final Four y en la Liga nos hubiera gustado quedar segundos, pero terminamos terceros. En general la temporada ha sido buena y ahora queda la guinda. Sabemos que tenemos al Barcelona delante y claro que es posible, pero hay que hacer las cosas muy bien y esperar que ellos no tengan el día bueno, que será más complicado. Para mí es una alegría volver a Colonia y tener la opción de ganar otra Champions, que sería increíble, además de una bonita forma de cerrar esta etapa en Nantes.

El Barça puede tener el día bueno, pero su equipo también...

-Sí, así es. Muchas veces, Colonia es lo que tiene. El que a priori es favorito no es el que gana. Hay que confiar en esa pequeña tradición que hay, donde siempre se produce alguna sorpresa. A día de hoy, el Barça es el favorito a ganar el título, pero a ver si no tiene ese día en el que sale todo y nosotros hacemos las cosas muy bien. Jugamos en un territorio neutral y posible es. Va a ser clave cómo comenzamos el partido y qué listón en defensa nos dejan los árbitros. Son 60 minutos y puede pasar cualquier cosa. Nosotros vamos con mucha confianza.

Con la camiseta azulgrana ganó su primera y única Champions. Será especial para usted enfrentarse al equipo donde jugó cuatro años.

-Sí, siempre es especial jugar contra el Barça por esa etapa en la que estuve y en la que efectivamente gané la Champions. Tuve esa suerte y ese honor. Para mí es el mejor equipo del mundo. Todo es positivo cuando estás ahí. Además, tengo compañeros y amigos a los que aprecio. Pero cuando suene el pitido inicial cada uno vamos a hacer lo nuestro para ganar y cuando llegue el final, seremos tan amigos de nuevo.

Después de sólo unos meses jugando, tras su lesión, ¿en qué estado llega a esta cita en Colonia?

-En un estado muy bueno, si comparamos de cuando volví a ahora. En enero aún había hinchazón, dolor y todavía tenía limitados los movimientos. En estos momentos me encuentro mil veces mejor. ¿Eso quiere decir que estoy al 100%? No. Esto es un proceso. He estado 18 meses parado y volver a recuperar sensaciones, fuerza y seguridad no se coge en sólo unos meses. Se necesita mucho tiempo. Y en ello estoy. Semana tras semana trabajo, me cuido la rodilla y cada vez me siento más seguro. Hace tiempo que he olvidado la lesión, pero tengo que tener constancia. Cada semana es un granito de arena. Pero es una lesión grande, necesita tiempo y sé que va a ser de por vida. Aunque es verdad que me siento mejor.

Ha vuelto a las pistas e inmediatamente le ha llamado Jordi Ribera. La selección le tiene muy en cuenta.

-Jordi me quiere mucho (se ríe). Yo le aprecio, no sólo porque me llame. El tiempo que he estado lesionado, cada mes o mes y medio me llamaba para ver qué tal estaba. Se ha preocupado mucho y se lo agradeceré eternamente. Esa convocatoria en marzo para mí significó mucho. Me dio muchas alas y alegría. Si estoy mal, no me llamaría, pensaba. Así que fue un empujón. También me citó en abril y ahora estoy en la preparación para Tokio. Se lo agradezco, de veras, porque me ha dado mucha fuerza y me ha ayudado no sólo a tener el objetivo de los Juegos, que eso nos encanta a todos los deportistas y a mí me gustaría, sino a seguir trabajando. Es un gran empujón.

¿Se ve en Tokio?

-No lo sé. Es complicado decirlo. Considero que Álex (Dujshebaev) y Jorge (Maqueda) están por delante. El equipo con ellos ha ganado el Europeo de Dinamarca y ha logrado un bronce en el Mundial de Egipto. Los dos últimos años lo han demostrado y se lo han ganado. Lo veo difícil. Pero el hecho de hacer la preparación me llena. Voy a hacer todo lo posible para ir, pero no me voy a llevar una decepción si al final Jordi no me lleva. Lo digo siempre. Si puedo ir, perfecto. Es el sueño de todo deportista. Pero, si no, me lo tomaré como una experiencia más y aprovecharé el verano para centrarme en mi nueva etapa en Macedonia. Le voy a sacar el punto positivo a todo y no voy a acabar decepcionado.

Cambia de país la próxima temporada, empieza en el Vardar, y además a nivel personal acaba de ser padre, que eso cambia la vida por completo. ¿Cómo está afrontando todo esto?

-Es maravilloso. Estoy encantado con todo. Lo de Liam, el crío, fue algo muy positivo en la recuperación de la rodilla. Cuando estás lesionado, tienes 24 horas para pensar en lo mismo y no sales de ahí. Es toda una espiral dándole vueltas a la rodilla, al dolor, a si se hincha o no. Psicológicamente agota mucho. En el momento en el que supimos que Elena estaba embarazada, ya empezé a pensar en la cuna, en el carrito, en la silla del coche, en la ropa... La cabeza dejó de ocuparse en la lesión y comenzó a preocuparse por lo que venía, algo súper importante como tener un niño. Me sirvió como terapia para limpiar todas esas cosas de la cabeza y empezar a pensar en el futuro. Nació el 6 de abril y se ha ido juntando con todos los cambios que nos esperan. Ir a Macedonia, preparar la mudanza, la Final Four de la Champions, la llamada de la selección para la preparación de los Juegos... Algo muy bueno, pero queda una semana para acabar todo e ir a casa y nos genera un poco de estrés, porque hay que preparar muchas cosas y seguro que cuando vayamos a Pamplona nos damos cuenta de que algo se nos ha olvidado. No pasa nada. Es así. El tema deportivo es algo que me llena, el adaptarme a otra Liga, a otro país y a otro idioma, pero lo más importante es Liam. Cada día se me cae la baba con él. Es mucho trabajo, por supuesto, pero sólo con cogerle y que te sonría, se termina todo lo malo que haya podido pasar.

De Macedonia es su mujer, ¿verdad?

-Sí, así es. La verdad es que hay gente que ha llegado a decir que me voy a jugar al Vardar porque ella es de Macedonia y quería volver a casa. Elena y yo lo hablamos, y nos hubiésemos quedado en Nantes si la oferta de renovación hubiese sido justa. Me ofrecieron sólo un año seguro y luego otro opcional. Y la bajada de salario era muy importante. Pero no sólo fue el tema económico. Pesó más el que no confiaran. En que me ofrecieron un año para ver qué tal iba la rodilla y eso fue un poco lo que me dolió. El Vardar se puso en contacto conmigo y me ofreció 3 años, un proyecto interesante, el tema económico que está bien y si a todo eso se le suma que ella es de allí y que podemos disfrutar de su familia y tener facilidades, es el pack completo. Yo fui de cara y le dije al presidente del Nantes que tenía la oferta del Vardar y que mi mujer era de allí. Si me ofrecía algo interesante, me quedaba. Porque yo quería seguir. Pero mi fichaje por el Vardar nada tiene que ver con algunos comentarios.