bilbao - Un chivatazo, una voz rugosa de un arrepentido, situó a la Policía austríaca en un hotel anónimo en Seefeld, la localidad donde la pasada semana se disputaba el Campeonato del Mundo de esquí nórdico. En el Tirol idílico, el de las postales bellas, la montaña escupió de sangre. En una habitación como tantas otras, sin más aliciente que la discreción y la privacidad, el esquiador austriaco Max Hauke se inyectaba sangre sentado con tranquilidad en un sofá verde, con su brazo izquierdo apoyado sobre un cojín esperando que la sangre fresca extraída con anterioridad entrara en su organismo. La costumbre, ya se sabe, es cómoda. Zona de confort. Hasta que la Policía se entrometió en la escena. Entraron por sorpresa los agentes en el bodegón de la trampa y grabaron al deportista mientras se dopaba sin pudor. Hauke, sorprendido pero sereno, miró a la cámara con extrañeza. No pataleó ni protestó. Callado, en silencio, sin mímica, agachó la cabeza y negó su mala suerte a modo de confesión antes de pasear la vista sobre los agentes que aguardaban a que la transfusión siguiera su curso. Cada cosa necesita su tiempo. La sangre es espesa. Pesa. Como la imagen del dopaje en crudo, un relato sin literatura ni necesidad de imaginación. La de un joven esquiador metiéndose la sangre congelada y oxigenada con anterioridad para rendir mejor, salpicó con fuerza al deporte austríaco. La herida está abierta. Gotea sangre. Viscosa.

El rastro de sangre es imposible de eliminar en la nieve. Rojo sobre blanco. Un blanco fácil. Diana para la Operación Sangría, como fue denominada la actuación de las autoridades, que continúa las manchas que están pringando el esquí nórdico y que unen Austria y Alemania. Un total de seis atletas, Dominik Baldauf y Max Hauke, los estonios Karel Tammjaerv y Andreas Veerpalu, y el kazako Alexey Poltoranin, han caído en una red de dopaje. Del resbaladizo mundo del esquí, la trama se ha deslizado hasta el ciclismo a través de, presuntamente, el médico alemán Mark Schmidt, al que sitúan como ideólogo de la red de dopaje. Las autoridades han encontrado 40 bolsas de sangre en Erfurt (Alemania), donde tiene su clínica el doctor Schmidt, quien fuera galeno del Gerolsteiner y que estuvo involucrado años atrás en el dopaje de los ciclistas Bernhard Kolh y Stefan Schumacher. El ciclismo parece empeñado en salir en la foto de la vergüenza con asiduidad. Otro clásico.

“no supone mucho esfuerzo” Las bolsas de sangre halladas en la clínica alemana están protegidas con abreviaturas y seudónimos con la intención de que no se conozcan las identidades de los clientes del galeno. El mismo método que en la Operación Puerto. Sin embargo, el fiscal de Múnich está dispuesto a desentrañar el misterio para conocer los nombres de los implicados en la trama de dopaje. Dos de ellos son los ciclistas austríacos Stefan Denifl y Georg Preidler. La Policía detuvo e interrogó a ambos, que confesaron haberse dopado. Preidler fue despedido inmediatamente del Groupama en cuanto el equipo francés tuvo conocimiento de su implicación. “No me lo esperaba, sobre todo de un muchacho así. Es difícil. Incluso dejé escapar alguna lágrima porque para mi es alta traición”, expuso Thibaut Pinot, jefe de filas del Groupama, en L’Equipe. Preidler admitió formar parte de ese sistema de dopaje, si bien señaló que la sangre extraída y centrifugada no regresó nunca a su cuerpo. El corredor austriaco se personó de motu proprio ante las autoridades austríacas con dos bolsas de sangre extraídas. “Presenté una confesión de dopaje. Me extrajeron la sangre y nunca me la reinyecté, pero solo el pensamiento y la intención fraudulenta ya son un delito”, confesó en el rotativo Kronen Zeitung.

“Entrenas día tras día y nunca avanzas. En algún momento quieres más y el dopaje de sangre no supone mucho esfuerzo. Vienen a ti y te pinchan”, alegó Preidler a modo de justificación. El ciclista, a su vez, dijo desconocer la identidad de los otros deportistas implicados. “No sé los nombres de otros deportista implicados, pero me imagino que habrá un terremoto internacional”. El mismo rotativo también informó que Stefan Denifl, vencedor de la etapa que finalizó en el alto de Los Machucos en la Vuelta a España de 2017, también confesó haberse dopado. Denifl estaba sin equipo después de haber roto su contrato con el CCC. Ante las transfusiones de sangre, detectadas a partir de un soplo, parece evidente que el sistema antidopaje y el pasaporte biológico necesitan una revisión porque el goteo no para.