Iba a tomar postura en el asunto de Ronaldo recordando a la grada del Wanda que él ha ganado cinco Champions y el Atlético, ninguna, pero he descubierto que ni para enredar se me ocurre si criticarle o alabarle. Porque mal está que un tío como él, con el culo pelado de visitar ambientes hostiles, responda a los insultos que todo jugador importante oye cuando juega fuera. Pero es que también resulta muy cansina esa costumbre de las gradas futboleras de increpar por método al rival, sea quien sea, con razón o sin ella. Puede tener un pase eso que le cantaron de “¡Moroso, Ronaldo, eres un moroso!”, pero ¿a qué venía lo de “¡Ronaldo, muérete!”? Cánticos de los que, por cierto, no habríamos hablado si el portugués se hubiera ahorrado los gestos con los que demostró que le afectaban. Es libre, por supuesto, para hacer el gesto (no obsceno) que le dé la gana, pero ¿qué más quieren los hooligans que comprobar que sus insultos han hecho daño?