Dos jornadas, dos, han bastado para que el Valencia exhiba, por enésima vez, su vocación autodestructiva. En cualquier otro club, los éxitos de la pasada temporada -Copa (primer trofeo en 11 años) y 4º puesto en la Liga (es decir, Champions)- habrían dado tranquilidad e ilusión, pero el Valencia is different. En vez de dedicar el verano a aplicar la máxima “lo que funciona no se toca”, el club che se ha ido pegando tiros en el pie -comenzando por la destitución del director deportivo- para llegar medio cojo a la Liga, con Marcelino cuestionado y, en suma, con el ambiente enrarecido tan habitual en el club levantino. Ya solo queda que sus aficionados -conocidos por su paciencia (es ironía)- tomen la palabra en Mestalla. Unos insultos del minuto 1 al 90 al entrenador o a algún jugador es lo único que le falta al Valencia para convertir en desastrosa una temporada que podía ser igual o mejor que la anterior.