pamplona - El Barcelona llegó a Pamplona, donde no estaba desde diciembre del año 2016, y lo hizo dándose un baño de masas en el aeropuerto de Noáin. Cientos de personas, en su mayoría familias con niños, se agolparon para esperar a la llegada de los jugadores blaugranas.

Ni la falta de varias estrellas -Luis Suárez, Ousmane Dembélé y, sobre todo, Leo Messi se perderán el choque de El Sadar por lesión y no viajaron a Pamplona- ni la espera desanimaron a los aficionados, que aguantaron estoicamente hasta que sus ídolos comenzaron a aparecer por la puerta de la terminal.

Y tuvieron que esperar, y no sólo porque para coger buen sitio algunos llegaron a Noáin a las cinco o seis de la tarde. El avión del Barcelona sufrió problema en una de sus ruedas antes de salir del aeropuerto de El Prat, por lo que el vuelo se retrasó unos minutos -la llegada, prevista para las 20.10 acabó produciéndose hacia las 20.45-.

Terminaron llegando, y la espera debió de merecer la pena, a juzgar por los gritos de los aficionados -niños y no tan niños-. Poco importaba que no estuvieran Messi, Suárez o Dembélé. Los más aclamados fueron las caras nuevas de esta temporada: Frenkie De Jong y, en especial, Antoine Griezmann. El jugador francés, uno de los primeros en llegar al autobús, fue el más solicitado, aunque no llegó a pararse con sus admiradores. Sí lo hizo el otro gran fichaje blaugrana del verano, el holandés Frenkie De Jong, recientemente premiado como mejor centrocampista de Europa en la temporada pasada. El ex del Ajax firmó varias camisetas y cuadernos antes de montarse en el bus de camino al hotel en Gorraiz.

Otros de los jugadores que se detuvieron con los aficionados fueron Marc-André ter Stegen, el último en salir; Clément Lenglet o Ansu Fati, que compitió con el guardameta alemán en ser el jugador que más tiempo estuvo con los fans.

El jugador de 16 años no se había visto en una de estas ni de lejos. Hasta hace unas semanas, el futbolista nacido en Guinea-Bisáu militaba en el Juvenil A de Victor Valdés; el pasado sábado debutaba en el Camp Nou, contra el Betis y ante 80.000 espectadores, dejando buenas sensaciones; y ayer llegaba a Pamplona, en su segunda convocatoria con el primer equipo del Barcelona, donde le estaban esperando cientos de personas.

Una progresión meteórica que, sin embargo, no ha llegado a todo el mundo. “No se”. Eso es lo que respondía la mayoría de los niños que se fueron con el autógrafo de la joven promesa cuando se les preguntaba de quién era la firma. No pasa nada, si el año que viene vuelve a Pamplona -esperemos que así sea-, seguro que será más conocido.