Uno pensaba que LaLiga y Javier Tebas, en sus infinitas misericordia y sabiduría, repartían con equidad y acierto los marrones de los horarios chungos que exige la tele al fútbol de Primera. Y que en tan vasta organización hay un encargado de ir apuntando días de la semana y horarios, para que ningún club salga muy malparado. Pero, claro, cuando ves que en una tacada de seis partidos Osasuna se come cinco a las 21.00 horas, y además dos son en viernes, ya no te queda tan claro. Entre otras cosas, porque es evidente que el rincón del viernes no es para los grandes partidos de la jornada, ni para el mercado chino -salvo que allí haga competencia en la madrugada a la teletienda o lo que sea que ponen allí-, sino para apartar esos encuentros donde menos molesten a los demás. Argumentos que retiraremos gustosamente cuando veamos jugar a menudo en los viernes vulgaris a Real Madrid o Barça, cosa que no se vislumbra en el horizonte.