o sientes tú también, querido lector, estimada lectora, algo así como el fin de una época? No quiero ponerme trascendente, es claro que no sería este el lugar apropiado, pero pesa sobre mí la desagradable sensación de que nada va a volver a ser como antes, que esa “nueva normalidad” será, seguramente nueva, pero de ninguna manera normal.

Aquello tan sencillo de ir a uno de nuestros campos de fútbol, comprar la tira del jamón, que no suele tocar, saludar a los futboleros de siempre con un apretón de manos, qué imprudencia, o hasta puede que un abrazo, peligro, peligro, irnos al barico a tomar un café o un pacharán y charlar un rato de esos temas manidos de siempre que tanto disfrutamos, sin máscaras, viendo las sonrisas a menos de dos metros, de cerca… Ya no es posible, se acabó, parecía tan simple, tan natural, pero ya no y lo echo de menos, no puedo evitarlo.

Llega otro fútbol, con barreras, con muchas barreras, que no va a venir a pintarnos ningún árbitro con el espray, pero que existen, vaya si existen, y aunque nos fastidien, aunque nos hagan la pascua y algo más, tenemos que respetarlas escrupulosamente por el bien de nuestro deporte, de este ambiente raro que no nos llena como el de antes, pero es el que hay, el que nos queda, y si no lo mimamos para que vaya arraigando, nos quedaremos sin nada y eso será peor.

Con paciencia, a lo mejor algún día vuelve la normalidad, no esta “nueva”, la de siempre, la de toda la vida, y podremos volver a darnos la mano y hasta un abrazo, tenemos que hacer méritos para lograrlo, mientras tanto respetemos las normas, mascarillas, higiene, distancia, no hay otro camino.

Fútbol a puerta cerrada, equipos regionales entrenando sin un horizonte claro, imposibilidad de ver los partidos en el bar… Decía Rousseau que la paciencia es amarga, pero su fruto es dulce. Que así sea.

El autor es Responsable de Formación del Comité Navarro de Árbitros