Lo que vimos en el nuevo trazado de Tailandia es justo lo que esperamos de las carreras que nos quedan en 2018. Que no se conviertan en eso que en baloncesto llaman los minutos basura.

Por suerte en motociclismo, aún decidido el Mundial como está ya hace unas cuantas citas, siempre hay muchos intereses entrecruzados que hacen que la pelea esté viva cada domingo.

Aunque la cierta igualdad vista ayer entre Hondas, Ducatis y Yamahas sea un tanto ficticia, fruto de estrategias de conservación de gomas tanto por parte de Marc como de Dovi y de unos compuestos de Michelin que en esta ocasión tapaban un poco las vergüenzas de Yamaha.

Andrea Iannone ya dijo el sábado que si querían los de Honda y Ducati les podían sacar medio circuito... Y así podría haber sido. Pero ambos, sabedores del sufrimiento de los neumáticos en un trazado tan rápido y con tanto calor y humedad, dejaron de estrujar tanto el gas y pensaron en jugársela todo a una carta.

Andrea, confiado de poder volver a hacérsela otra vez con los precedentes anteriores de Japón y Austria que habían caído de su lado. Y Marc? lo tuvo bien claro. En cuanto vio que no tenía ritmo para irse del grupo y romper la carrera, se dedicó a plantear una estrategia de esas que parecen fáciles al contarlas pero que hay que bajar ahí y tener la cabeza fría para hacerla. Se dedicó a adelantar una y otra vez a Dovizioso en todas, en todas las curvas? excepto en una, la número 5.

Y es allí donde por sorpresa lo pasó en la última vuelta. Pero también de forma sorpresiva, Dovi se defendió como no esperaba. Y ahí tuvo que improvisar... o no. Porque todo estratega tiene un plan A, y un B y también un C. Y así hizo. Llegada la última curva se puso Márquez el disfraz de Dovizioso y, esperando la apurada del italiano, trazó el ángulo de modo magistral, levantó la Honda increíblemente rápido y pudo abrir antes el gas para superarlo por solo unos metros. Papeles cambiados. Porque a Marc se la puedes hacer una, dos... Pero hasta ahí.