pamplona - Los Juegos de México fueron los primeros en los que Navarra contó con una participación relevante. Cinco pelotaris y un futbolista formaban parte de la delegación española. Hasta esa fecha de 1968, la presencia de navarros no pasaba de anecdótica: Joaquín García Orcoyen abrió la nómina en los Juegos de Amsterdam de 1928 en la modalidad de esgrima. Aunque residía en Madrid, García Orcoyen era natural de Esténoz, en Tierra Estella, y pese a la distancia mantuvo estrechas vinculaciones con su tierra natal. Luego, en 1956, Miguel de la Quadra Salcedo, madrileño de cuna y navarro de crianza, no pudo competir en Melbourne al no ser homologado el estilo con el que lanzaba la jabalina y que, atendiendo a las marcas, le otorgaba muchas opciones de medalla. Acudió a los Juegos de Roma (1960), pero en la especialidad de disco, donde ni su habilidad ni sus marcas eran tan sobresalientes a nivel internacional. México fue otra cosa.

La pelota resultó elegida por el comité organizado como deporte de exhibición junto al tenis. “Éramos unos deportistas más en la villa olímpica. No había distinciones de ningún tipo y teníamos tratamiento de olímpicos”, rememora Kiko Caballero, que compartió aquella experiencia con los pelotaris navarros Alberto Ancizu, Fernando Casado, Floren Esquisábel, Federico Garráus y el futbolista pamplonés Javier Ciáurriz. “Vivir una olimpiada es vivir el sueño más grande que un deportista puede tener”, dice Caballero que entonces contaba con 21 años y era estudiante en Madrid. “Fueron unos días de fantasía en un ambiente extraordinario”, enfatiza el expelotari de Zubiri, que la tarde del salto de Beamon estaba en el frontón, en donde en compañía de Ancizu ganaron por 35-29 a Uruguay en paleta cuero, modalidad en la que acabaría conquistando la medalla de plata.

Floren Esquisábel, olaztiarra afincado en Alsasua, marchó a tierras americanas sabiendo que tenía una medalla garantizada: en mano parejas solo competían España, México y Francia. En su memoria aún aparece “la imagen del desfile en la ceremonia inaugural: la salida al estadio fue impresionante”. El pelotari solo volvió al recinto en otra ocasión: “Solo pude acudir un día. Era muy difícil tener entradas. Recuerdo que se disputaba la final de triple salto...”.

secuelas de mayo del 68 Caballero, que hoy es catedrático emérito de filosofía del derecho de la UPV, pone en el contexto de aquel acontecimiento deportivo la convulsión política que se vivía en México y que tuvo su punto culminante en los trágicos sucesos de la plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco en la que una manifestación estudiantil fue duramente reprimida arrojando centenares de muertos. Esto ocurría el 2 de octubre y los Juegos comenzaban el 12. “Estuvimos un mes en la villa olímpica y teníamos información de todo lo que estaba ocurriendo por medio de los jugadores catalanes de hockey hierba. Nosotros teníamos asignado un retén que nos custodiaba y contaré, como anécdota, que durante unos días desapareció el que ejercía de jefe del grupo. A su regreso, le preguntamos que dónde había estado y nos respondió: “Estuve en la balasera y me cargué a cuatro o cinco cabrones...”, tal cual”.

Caballero encuadra los hechos reivindicativos ocurridos en la calle y en el estadio como una extensión de las revueltas ideológicas de mayo del 68 en París. “La protesta en el podido de John Carlos y Tommi Smith fue muy comentada en la villa olímpica. Para mí plasmaba una extensión del momento político mundial que se vivía tras el mayo del 68”.

Esquisábel -hoy tiene 74 años y sigue ligado al ciclismo en el equipo Caja Rural- resalta que el idioma era una ventaja e hizo más cómoda la estancia de un mes, “aunque la última semana la tomamos como unas vacaciones”. Con buen humor, dice que en su condición de deportistas “que ganábamos algo (la delegación oficial no obtuvo medallas)” gozaban de algunos privilegios. “Un día pasaron de visita Juan Antonio Samaranch y Alfonso de Borbón, nos preguntaron si necesitábamos algo y pedimos vino para las comidas. Y nos lo dieron...”.

Además del salto de Beamon, Caballero concede parecida importancia a la aparición en la escena atlética de Dick Fosbury. “Nosotros veíamos entrenar a los estadounidense y nos sorprendió observar cómo Fosbury ejecutaba el salto de altura de espalda, algo inédito entonces”. Esa interpretación era entonces novedosa, como dice Caballero, ya que los atletas solo utilizaban la técnica del rodillo. “Discutíamos sobre la validez del salto y si lo iban a admitir”, dice. Hoy, todo el mundo salta como Fosbury. - Félix Monreal