Santa Cruz de Tenerife - Antonio Peñalver, subcampeón olímpico de decatlón en Barcelona 1992, relató que cuando vio al que fue su entrenador Miguel Ángel Millán sentado en el banquillo, acusado de dos delitos de abuso sexual a menores, sintió “rabia” y “ganas de que acabara todo para que no hubiera más víctimas”.

La declaración de Peñalver como testigo, fue a puerta cerrada para preservar la intimidad de los denunciantes. Millán, antiguo responsable nacional de pruebas combinadas en el Comité Técnico de la Federación Española de Atletismo, se enfrenta a penas de entre 12 y 21 años, según las respectivas peticiones de la fiscalía y la acusación particular, y entre los testigos hay otros once antiguos discípulos que, como Peñalver, supuestamente también sufrieron abusos en su adolescencia, aunque esos delitos ya habrían prescrito.

El atleta aseguró que “la suerte es que ha habido dos personas que, aun siendo jóvenes, han sido capaces de alzar la voz y decir que esto no está bien, han sido valientes”. En su caso, los abusos sufridos en su adolescencia le han dejado huella: “Llevo toda mi vida acudiendo a terapia. A partir de un momento de mi vida a los veintitantos años, me di cuenta de que algo no funcionaba bien, tenía que gestionar sentimientos de aislamiento, soledad o indefensión que no sabía de dónde venían”.

El exatleta ha recuperado la relación con otras víctimas de su generación que también comparecen como testigos: “Esto ha servido para que personas que llevábamos veintisiete años aislados retomemos la relación para ayudarnos unos a otros a superar lo que ocurrió en aquella época. “Espero que se haga justicia, este esfuerzo tiene que tener su recompensa”, subrayó Peñalver, quien también confía en que estos testimonios sirvan a otros niños que actualmente puedan estar sufriendo situaciones similares. - Efe