Madrid - Lydia Valentín se proclamó ayer en Madrid campeona olímpica en la categoría de -75 kilos.

A 1.700 km de Londres y con 2.400 días de retraso, la leonesa se colgó por fin un oro que en los Juegos de 2012 vio brillar de manera injusta sobre el pecho de una deportista dopada, la kazaja Svetlana Podobedova. La victoria de Valentín adquirió ayer, de forma definitiva, cédula de oficialidad.

Para hacerse con el oro, Valentín ha tenido que ver caer, señaladas por el dedo del dopaje, a las tres rivales que terminaron por delante de ella en Londres: Pobodebova, la rusa Natalya Zabolotnaya y la bielorrusa Iryna Kulesha. Las tres fueron cazadas en 2016, cuando el COI bajó al almacén y desempolvó los frascos con sus muestras de orina para analizarlos con técnicas más avanzadas. Ninguna pasó el filtro.

“Todavía no me lo creo. Estoy digiriendo lo que ha pasado. Por fin se cierra el círculo” expresó la haltera de Ponferrada, que rió, lloró y besó la medalla mientas era ovacionada.

Sin necesidad de salir otra vez a la tarima con las manos manchadas de tiza para levantar 120 kilos en arrancada y 145 en dos tiempos, Valentín hizo valer las marcas de aquel 3 de agosto de 2012 en el momento en que Marisol Casado, miembro española del COI, le colgó la cinta con la medalla dorada.

El escenario fue el salón de actos de la sede del Comité Olímpico Español (COE). Salvo por la ausencia de podio, y porque Lydia Valentín no iba equipada con la malla de competición, la ceremonia intentó ser fiel a la liturgia olímpica, con himnos y banderas y la presencia de los presidentes de las Federaciones Internacional y Española. - Efe