PAmplona - El Navarra Arena ha sido un edificio asediado por las dudas desde que se iniciaron sus obras. Una apuesta arriesgada y muy cara que estuvo durante mucho tiempo inconclusa. Llegó el cambio en el gobierno navarro y uno de los objetivos era dar uso y rentabilizar a largo plazo al fastuoso edificio.

Uno de los hombres que ha sido participe de este proceso ha sido Iosu Janices, subdirector de Desarrollo estratégico, Infraestructuras y Gestión de recursos. “Era una obra que estaba cerrada, ejecutada parcialmente y sin posibilidades de uso”, comienza Janices. Por tanto, el reto consistía en buscar soluciones, teniendo en cuenta que en 2015 el dinero en caja era mínimo.

Un hotel, una residencia para atletas paralímpicos e incluso un centro tecnológico para probar materiales con empresas del mundo del deporte. Esas fueron algunas de las posibilidades que se barajaron. El problema era que nadie se quería hacer cargo de los 6 millones que quedaban para finiquitar la obra. “Paralelamente se hizo una consulta de mercado y se preguntó a especialistas de gestión. Todas las empresas coincidieron en el diagnostico: usted, Administración, acabe la obra, gástese los 6-7 millones”, explica el protagonista de estas líneas.

Se finalizó dicha obra y se tomaron dos decisiones clave: la primera, que las federaciones y el INDJ desembarcaran en el Arena y la segunda, hacer que la empresa pública Nicdo llevara la gestión. Nicdo estuvo presente en la última etapa de la obra para que sus trabajadores se familiarizaran con la infraestructura.

Obras que consistían en adecuar el espacio a lo que demandan las empresas que alquilan espacio para eventos. Se modificaron salas, se hizo un espacio para catering, se cambió el sistema de cortinaje e incluso se diseñó un marcador.

la herencia El actual Gobierno de Navarra heredó el Arena y se vio en la necesidad de darle utilidad. El problema, tal y como explica Janices, radica en el embrión del proyecto. “Se visitaron diferentes pabellones por parte de los entonces responsables y tomaron la decisión de hacer uno para 10.000 espectadores. El problema es cuando se empieza la construcción y los estudios de viabilidad o la demanda o los planes que has hecho de explotación no son paralelos a ese deseo”.

Una carencia de planificación que, unida al precio de la infraestructura, hace que sea difícil de manejar. “Un edificio de estos, con la inversión que supone... hacer una amortización es casi imposible, se requiere una cantidad de años muy grande”, recalca el subdirector de infraestructuras, que aun así explica que, a corto plazo, con el volumen de actividad que está acogiendo el pabellón, “hay previsiones de saldo positivo”.

Janices tiene claro el problema y también la receta: “Si la metodología inicial hubiera sido: se hace un análisis de necesidades y, en función de esas necesidades, se determina que se hace una instalación que tiene que conllevar, sí o sí, un plan de explotación. Eso es un plan que responde a algo”, razona y continúa: “Esto tenía una concepción inicial, pero adolecía un poco de criterios de gestión, que es la clave para que una instalación sea sostenible en el tiempo”.

De hecho, según destaca el subdirector, esa ha sido la firma de este Gobierno. “Ese criterio de gestión es la gran aportación que ha habido respecto a lo que había antes”, destaca pero, ¿en qué se basan esos criterios?

“Los criterios de gestión que se han establecido se han basado en posibilidades reales, no de papel, porque el papel soporta todo”, dice Janices que explica que ante todo hay que pensar y tirar de sentido común.

Un sentido común que te hace buscar eventos de amplia capacidad porque para un aforo menor a 2.000 espectadores existe Baluarte. Ejemplifica también con el caso de la pelota, deporte que no dejará de acudir al Labrit, ya que el Arena no le hace sombra al estar más enfocado a albergar finales.

demanda Janices comenta que gran parte de su labor es escuchar. Escuchar qué piden los organizadores de eventos y escuchar qué pide la propia sociedad navarra, que durante años ha tenido que soportar el peso económico de la obra. “Tienes que escuchar lo que la gente te pide. Si esto se hubiera hecho desde el principio, a lo mejor, sería otra la obra o igual no se habría hecho, que también puede ser”, declara y ahonda: “Ademas de la obra en sí, está el contexto social, ¿qué posibilidades tiene para la sociedad? La gran clave es hablar en conceptos de rentabilidad social, que dé servicio a la ciudadanía”.

Pese a todo, Janices se muestra optimista acerca del futuro del Arena, cuya gestión está encaminada. “La línea está marcada, el plan de gestión esta claro y de cara al futuro la empresa (Nicdo) no depende de las elecciones. Es una empresa pública, se podrá cambiar al gerente, pero los criterios ya están establecidos”.

El subdirector de infraestructuras concluye que, pese a los problemas que ha arrastrado el Arena desde que se pergeñó, tiene un buen porvenir. “Es magnífico para la Casa del Deporte, con el INDJ como centro administrativo del deporte navarro, además, es esperanzador para el Arena que pueda alcanzar un alto nivel de rentabilidad social, ya que toda instalación que sale adelante en tiempos de crisis tiene buenas expectativas en tiempos de bonanza”.