La Fórmula 1 perdió el lunes a uno de sus referentes de las últimas décadas, el tricampeón Niki Lauda, fallecido en Zúrich los 70 años de edad, tras una espectacular y movida carrera en tierra y aire. Para muchos, Lauda es una leyenda del automovilismo, dada su excepcional carrera deportiva, marcada no solo por su perseverancia y sus grandes triunfos, sino asimismo por fuertes altibajos y, sobre todo, por su vuelta tenaz y milagrosa a los bólidos poco después del grave accidente que sufrió en 1976. Su rostro quedó desfigurado por el siniestro y su imagen vinculada para siempre a la gorra con visera roja que escondía parte de las heridas de sus quemaduras.

El piloto, que al presentar su autobiografía en 1996 en Viena dijo considerarse un luchador nato que se ha lavado “con todo tipo de aguas”, tuvo que afrontar un gran revés también como propietario de la compañía aérea Lauda Air, cuando los 223 pasajeros de uno de sus vuelos murieron en 1991 al estrellarse un avión en Tailandia. Nacido en Viena el 22 de febrero de 1949 en un familia acaudalada, Nikolaus Andreas Lauda tenía menos de 20 años cuando decidió ser piloto pese a la oposición de sus padres. Tras pasar por la escudería BRM, fichó por Ferrari en 1974 y ese mismo año ganó su primera carrera en el Jarama, antes de lograr su primer título de campeón mundial en 1975. En agosto del año siguiente había ganado ya cinco carreras y prometía repetir la victoria mundial cuando se estrelló en el circuito de Nürburgring, durante el Gran Premio de Alemania, y quedó atrapado en las llamas que incendiaron su Ferrari 312T2. Lauda fue ingresado en un hospital alemán con graves quemaduras en el rostro y otras partes del cuerpo, diversas fracturas de huesos y los pulmones dañados por la inhalación de vapores tóxicos. Durante varios días su vida pendió de un hilo hasta el punto de que incluso le fue administrada la extremaunción, y, sin embargo, a pesar del duro proceso de recuperación, tan solo seis semanas después regresaba a la reina de las pruebas de velocidad y un año más tarde se adjudicaba su segundo mundial.

En 1982, cuando su Lauda Air rozaba la bancarrota, decidió regresar a las carreras para financiarla y obtuvo el tercer título mundial de Fórmula 1 con la escudería McLaren en 1984, un año antes de retirarse definitivamente de las competiciones como piloto. Siguió sin embargo hasta último momento ligado al gran circo: tras ser consejero de Ferrari y dirigir luego un equipo de Jaguar, fue desde 2012 jefe del Consejo de Vigilancia de la escudería Mercedes, de la que posee también un 10% del accionariado.

En su autobiografía, titulada La tercera vida, el piloto y empresario dice que esa “tercera vida” empezó después del accidente del Boeing de Lauda Air en Tailandia. Lauda estaba casado en segundas nupcias con Birgit Wetzinger, que le donó en 2005 un riñón.