Cuando en la noche sevillana del pasado sábado dio por terminada la final de Copa, se cerró la página más brillante de nuestro Colegio Navarro de Árbitros de Fútbol: Alberto Undiano acababa ahí su trayectoria como árbitro en activo.

Aquel chico espigadillo y callado, de sonrisa tímida y del que todos decíamos que “venía bien”, fue desarrollando rápidamente unas habilidades muy especiales que los demás no teníamos por más que dedicamos años y esfuerzo a dominar este querido oficio.

Vino enseguida un progreso rápido, categoría tras categoría, ascenso tras ascenso fue subiendo la escalera que le llevó a la Primera División, a la internacionalidad, a los partidos importantes, a las finales de Copa, al Mundial de 2010. Siempre sin despegar los pies del suelo, siempre sin darse importancia, amigo de sus amigos, respetuoso con todos.

Pero los árbitros cuando dejamos de estar en activo no dejamos de ser árbitros, colaboramos con nuestra organización allí donde se nos hace un sitio, donde puedan ser más útiles nuestros conocimientos.

La organización arbitral podrá disfrutar de Alberto en todos los niveles, por supuesto que en nuestro Colegio Navarro, también en el Comité Nacional y en ámbitos internacionales, pero no es su experiencia en el campo, con ser brillantísima, el mayor capital que puede trasmitir. Las grandes virtudes de Alberto dentro y fuera de los terrenos son un abrumador sentido común y una forma sencilla, sincera y directa de saber estar.

Quiero contar aquí, si se me permite un comentario en primera persona, la enorme satisfacción que siempre he sentido al oír hablar sobre Alberto a árbitros de diferentes procedencias y categorías, no es fácil concitar tal grado de unanimidad, de admiración y de respeto.

Los árbitros navarros nos sentimos muy orgullosos de que sea uno de los nuestros.

El autor es Vocal de Formación y Relaciones Sociales del Comité Navarro de Árbitros de Fútbol.