Cuando Audi introdujo en el mercado europeo las mágicas siglas TDI, se abrió un mundo de posibilidades insospechado hasta ese momento. Las prestaciones y el consumo se daban la mano, elevadas las primeras y contenidos los segundos, junto a la fiabilidad de los motores diésel y la deportividad de los modelos de gasolina. Aquel primer TDI de 90 CV fue la puerta de entrada a una tecnología que hoy en día nos parece lo más normal y habitual, pero que en su día supuso toda una revolución.

Y tras aquella primera revolución -superado ya el varapalo del controvertido asunto de las trampas en las emisiones de los motores de gasóleo- llega la segunda. Lógicamente, toda nueva avanzadilla tiene su cabecilla, en este caso denominado Audi S TDI y capitaneada por el motor de seis cilindros en uve y tres litros de capacidad dotado de un segundo compresor eléctrico, además del habitual turbocompresor activado por los gases de escape, más la tecnología de hibridación ligera y el sistema eléctrico de 48 voltios. Todo para conseguir lo que en la marca de los cuatro aros definen como “agilidad, eficiencia y autonomía” para garantizar la máxima “deportividad para trayectos largos”.

Instalado en los modelos tope de gama de su interminable gama, concretamente en los turismos S4, S5, S6 y S7 y en el SUV SQ5, este propulsor impresiona por unas cifras de rendimiento apabullantes: 700 Nm de par entre 2.500 y 3.100 rpm junto a un registro de potencia máxima de 347 y 349 CV, todo ello junto a una rapidez de respuesta demoledora consecuencia de la inmediata intervención del compresor eléctrico, que apenas necesita 250 milisegundos para actuar. Prestaciones y entrega de empuje propias de superdeportivo asociadas a las tradicionales cualidades de los mejores y más ruteros motores diésel, como un consumo medio de sólo 6,2 litros en el S6 que, combinado con su depósito de combustible de 73 litros, reporta una autonomía de 1.170 kilómetros. La tecnología de vanguardia de su sistema Mild Hybrid ayuda a reducir la demanda de carburante, a lo que se suma la posibilidad de avanzar en modo marcha por inercia con el propulsor apagado durante intervalos de hasta 40 segundos y a velocidades entre 55 y 160 km/h, sin olvidar la frenada regenerativa, lo que a la postre rebaja hasta en 0,4 litros a los 100 km el gasto en condiciones reales de uso.

Toda la familia S TDI incorpora la tracción integral Quattro y la transmisión automática Tiptronic de ocho velocidades, a lo que se puede añadir, entre otras muchas exquisiteces, el diferencial trasero deportivo o el sistema de frenos carbocerámicos con llantas de 21 pulgadas para los S6 y S7. Sin duda, auténticas joyas para las que Audi ha puesto precio, al menos de momento, a las versiones S6 (83.090 euros), S6 Avant (86.230 euros) y S7 Sportback (92.760 euros). Más adelante se darán a conocer las tarifas de los S4 TDI, S5 TDI y SQ5 TDI.

La apuesta de Audi por la tecnología diésel no implica, como es lógico, renunciar a su respaldo a la gasolina. Y buena muestra de ello es que del motor 2.0 TSFI haya sido el ganador del premio Motor Internacional de Año en su categoría, un galardón en el que este cuatro cilindros turboalimentado y con inyección directa fue escogido como el mejor de su clase por un jurado compuesto por 70 periodistas expertos en la materia. Éstos destacaron que dicho grupo motriz es “uno de los motores más flexibles y versátiles desarrollados hasta ahora; en resumen, que puede hacerlo todo”. De hecho, además de por su sobresaliente respuesta en todo tipo de utilizaciones también destaca porque está preparado para funcionar con gas natural GNC y hasta como híbrido enchufable. Así sucede en el nuevo Audi Q5 55 TFSIe Quattro, un deportivo SUV de 367 CV, 500 Nm y 239 km/h que emplea el 2.0 TFSI, de 252 CV y 370 Nm, junto a un motor eléctrico de 105 kW y 350 Nm de par, con el que es posible rodar durante más de 40 km en modo exclusivamente eléctrico y a una velocidad de hasta 135 km/h.

AUDI S TDI