pamplona - El atleta navarro Iván Acereda visitó Kenia hace dos años, como un turista más, pero su afición al atletismo le llevó a intentar saludar a algunos de los mejores fondistas del mundo. Y entre ellos, cómo no, estaba Eliud Kipchoge.

La primera vez que Eliud Kipchoge empezó a correr era para ir al colegio. Hacía tres kilómetros, de ida y vuelta, todos los días, mientras ayudaba a su familia para vender leche. Fue ahí cuando conoció al exatleta Patrick Sang, que ahora se dedica a entrenar a varios de los mejores corredores de Kenia. Sang vio el talento de Kipchoge y acordó con él escribirle programas de entrenamiento.

Todo ello llevó al reciente hombre récord a la agencia Global Sport, una escuela multinacional para atletas que posee sede en Kaptagat y que está gestionada por el propio Patrick Sang. Fue ahí donde Kipchoge empezó a ganarse el mote de El filósofo, debido a su manera de expresarse y sus actividades en el tiempo libre, diferentes al resto de personas de su edad por aquel entonces. Leía en vez de estar con el teléfono móvil y siempre estaba “observando todo”, según varios compañeros suyos de la escuela de entrenamiento.

Todavía reside ahí, y pese a todo el ruido mediático, Kipchoge se mantiene en esta escuela viviendo con otros atletas, sin sus padres y sin hacerlo con una pareja. Así durante las últimas dos décadas. En 2003, con 19 años, debutó en el maratón de Hamburgo, y desde entonces no ha parado de acumular éxitos, especialmente en la modalidad de maratón, en la que es campeón olímpico y plusmarquista mundial (con 2h.01:39).

Hace dos veranos, las casualidades hicieron que Iván Acereda (25/03/1991, Pamplona), atleta navarro, pudiese conocerle en la academia de Global Sport en Kenia. “Kipchoge era toda una celebridad en su país”, explica Acereda en una conversación con este periódico.

El motivo de Acereda para viajar era “puramente turístico”, pero entre sus objetivos estaba conocer a varios de los atletas de la academia. Entre ellos, Kipchoge. “Era complicado verle porque le buscaba mucha gente y él intentaba pasar un poco de todo ello. Era como ver a un león en un safari”, añade el navarro. Confirma lo que dicen sus compañeros de que es “muy tranquilo” y que no quería estar pegado al foco mediático.

Sobre el mérito o no que pueda tener Kipchoge, él tiene una opinión muy marcada: “Sea marketing o no, se ha pegado dos horas corriendo a 2:50 minutos por kilómetro, eso es una locura”. Ahora, el destino ha querido que Kipchoge haya conseguido romper lo que nadie esperaba que se pudiese romper. Todo ello, con una manera de hacer las cosas diferente. Y con un dicho claro: “No hay ningún ser humano con límites”.