- La antorcha olímpica llegó ayer a Japón, que vive con incertidumbre y escepticismo la decisión del COI de mantener las fechas previstas para los Juegos (24 de julio a 9 de agosto). La llama será expuesta al público durante una semana en varias de las localidades del nordeste del país más castigadas por el terremoto y el tsunami de 2011, antes de comenzar un relevo de 121 días.

“Los Juegos deberían posponerse por la pandemia”, comenta Minami Yoshida, economista de 24 años de Saitama, quien además señala con preocupación la necesidad de estimular la economía para cubrir las pérdidas que esto pudiera suponer.

Siete de cada diez nipones no ven posible que los Juegos se celebren en las fechas previstas, según una encuesta publicada por la agencia local Kyodo.

“La selección de los atletas para representar a cada país no está finalizada todavía. Muchas iban a acabar en torno a abril y mayo... Ese proceso está jodido”, expresa Toshio Matsushima, empresario de 65 años natural de Hiroshima, quien recuerda que los Juegos de 1964, también en Tokio con gran éxito cuando él tenía solo nueve años, tuvieron lugar en octubre.

La incertidumbre se ha visto agravada por una cláusula del contrato de compra-venta de las entradas para las competiciones que establece que en caso de cancelación por “fuerza mayor”, entre las que se incluye una emergencia de salud pública, la organización no devolvería el dinero pagado.

Aunque el retraso parece más probable que la cancelación, los poseedores de las más de 3,2 millones de entradas para los Juegos ya vendidas temen perder el dinero invertido en ellas, entre los 2.020 yenes (unos 18 dólares o 17 euros) por la más barata y los 220.000 yenes (unos 2.010 dólares o 1.860 euros) por la más cara.

“No creo que sea inteligente celebrar los Juegos como si nada en esta situación”, opina Kiichi Yamamoto, fotógrafo tokiota de 25 años, que enfatiza que se trata de “un problema internacional” que deberán solucionar desde el COI y no solo desde la organización japonesa.