- El turismo rural está en auge. Desde que acabó el confinamiento se está viendo que mucha gente opta por escapadas más cortas y a lugares cercanos para sus vacaciones, y en estas circunstancias, el campo y el monte le ganan terreno a la playa. Es algo de lo que te percatas rápidamente conforme te vas acercando al refugio de Linza, el punto de partida para subir al techo de Navarra: la Mesa de los Tres Reyes, en cuya cima hay una escultura de San Francisco Javier y una maqueta del Castillo de Javier, algo muy apropiado, ya que la ascensión a la cima cada vez se parece más a la Javierada.

En cada mirador de la carretera con buenas vistas te encuentras varios coches parados. Las zonas de aparcamiento de Burgui, Roncal, Urzainqui o Isaba están llenas y dejar el coche cerca del refugio de Linza a partir de según que hora es poco menos que imposible. Y eso entre semana.

"Se están haciendo más escapadas cortas. Viene mucha gente, sobre todo de Euskadi y Cataluña, además de navarros", cuenta Ana Romero, responsable en el refugio de Linza, que asegura que este año se está viendo "muchos más" visitantes que en años anteriores. "Es una zona en la que siempre suele haber gente. Tenemos la Senda de Camille, con siete refugios, y la Mesa suele gustar, pero entre semana nunca solemos tener esto tan lleno de coches, y los fines de semana son brutales", confiesa.

Esa podría ser la parte positiva de la situación provocada por la covid-19, pero esto también conlleva aspectos negativos. El refugio tiene el aforo reducido, tanto en cuanto a camas -poco más del 50 por ciento- como en el bar. Esto provoca que hay más trabajo de lo normal, aunque mucho menos que el que podrían estar teniendo. "Tenemos menos entrada de pasta y más trabajo", resume Ana.

"No hay tantos que se queden aquí a comer. Muchos dejan el coche y se marchan después de hacer la excursión. Ayer había muchos menos coches que hoy y dimos 30 menús, pero lo normal es que tengamos muchos más coches que clientes", explica. "También estamos notando en que hay mucho interés en acampar por libre, a pesar de que estamos en el Parque Natural Valles Occidentales, y está prohibido".

El miércoles pasado subieron a la Mesa cerca de 200 personas, además de todas las que eligieron distintas rutas. Principalmente había navarros y vascos -sobre todo guipuzcoanos-, aunque también había un buen número de catalanes. La masificación de la Mesa es algo que se conoce y, en ocasiones, se trata de evitar. Es el caso de Roberto, Yuni, Peio, Toño y Echeve, vecinos de Burlada que llegaron con la idea de subir la Mesa entre semana para "evitar aglomeraciones", algo que, por supuesto, no consiguieron. "Ni nos planteamos venir en fin de semana. Hoy arriba se podía estar, pero había mucha gente", comentan.

La suya era una de tantas escapadas cortas. Llegaron el martes a Ochagavía, donde hicieron noche, y el miércoles de madrugada llegaron al refugio de Linza para iniciar la subida a la Mesa. Tras la cerveza y el pincho de rigor, ya de vuelta en el refugio, vuelta a Burlada.

José Luis y Alberto, vecinos de Vidángoz, no se fiaron, por mucho miércoles que fuera, y optaron por subir el Acherito. "En la Mesa igual ni cabes, hemos ido al Acherito por eso". Los dos son sospechosos habituales, se escapan cada vez que pueden al monte. En verano incluso todas las semanas, y tienen un veredicto claro: "Hay más gente que otros años, todos los días, incluso entre semana. Será que el que no se va por ahí de vacaciones busca más escapadas del día".

También se animaron con la Mesa las familias Zaldua y Méndez, naturales de Villabona (Gipuzkoa). Aitor y sus hijos Markel y Alain (13 y 9 años, respectivamente), junto con Ángel y Oihane, y sus hijos Aimar y Aner (14 y 16 años, respectivamente) estaban pasando unos días en el camping de Zuriza. Todos forman parte de un grupo de montaña formado por familias, que una vez al mes buscan alguna escapada. Ya habían estado el año pasado en el mismo camping, y este repitieron. No les extrañó que hubiera tantas personas en la Mesa: "En la escuela aprendes que la Mesa es el monte más alto de Euskal Herria, a la gente le gusta subirlo", apunta Aitor.

La experiencia fue buena, "el tiempo acompañó" y los chicos estuvieron "muy a gusto", aunque la bajada se les hizo larga, sobre todo porque, según los tramos, de bajada tiene bien poco. "Ya en el camping nos habían dicho que el finde pasado habían subido muchísimas personas, pero nosotros en la cima estuvimos poquitos, porque subimos despacio. Sí que nos cruzamos con mucha gente que ya estaba bajando. Hemos estado muy bien, seguro que repetiremos", vaticina.

Una de las cuadrillas más abultadas que subieron a la mesa la conformaban diez chicos y chicas de alrededor de 20 años y de diversa procedencia (Pamplona, Irache, Echarri Aranaz, en Navarra; Usúrbil, Lasarte-Oria o Tolosa, en Gipuzkoa). Su idea: echar la mañana subiendo la Mesa y la tarde en alguna poza de la zona. No son muy montañeros, o al menos no de los Pirineos, pero disfrutaron la mañana, a pesar de que había "mucha gente y viento", como comenta Miguel Beaumont, de 23 años.

Como los Zaldua y los Méndez, coincidieron con más gente en el trayecto que en la cima, aunque en esta ocasión en la bajada. En la cima se perdieron a Dioni, que dio la nota poco después de que bajaran. Dioni, natural de Ayegui e integrante de La Ribera Canta, subió con cuatro amigos -todos "sesentones"- de Estella -Txutxín, Alberto, Juan y Mintxo-, y deleitó a todos los que coincidieron con ellos con una jota al santo.

Los cinco se han movido mucho por la montaña este verano y suben cada año a la Mesa. Cuentan que el aumento de interés en la montaña no es cosa de esta zona ni de Navarra, sino que es algo que está pasando en todos los sitios en los que han estado. Ven positivo que cada vez más gente "le coja el gusto al monte". "Se va a poner esto muy bien, como siga así", comenta Txutxin.

La Mesa de los Tres Reyes no es la única opción desde el refugio de Linza, sino que también es el punto de partida habitual para realizar ascensiones al Petrechema o el Acherito. Asier e Iratxe, y sus hijos Eneko e Izaro (de 12 y 9 años, respectivamente) optaron por subir al Petrechema. La familia, natural de Cizúrquil (Gipuzkoa) se encontraba en Oronz, donde iban a pasar una semana. Son bastante montañeros, aunque no habían ido a los Pirineos desde hace bastante tiempo por las edades de los hijos. "Esperábamos bastante gente, pero se estaba bien", comentan.

También escogieron esa excursión Mari Carmen y Rafa, de 77 y 78 años, y residentes en Hernani (Gipuzkoa), que iniciaron la ascensión junto a su hijo, su pareja y sus nietos. "Estamos pasando cuatro días en Uztárroz. Solemos venir mucho por aquí. Nosotros dos no hemos llegado a la cima, pero el resto ha seguido", cuenta Mari Carmen. Dicen que ya no están para tantos trotes, aunque la verdad es que no lo parece para nada.

E incluso existen otras opciones. Ion, Xabi y Klaudia, los tres de Villava y de 26 años de edad, estaban por la zona pasando una semana y, tras estar esa mañana en los Alanos, se pasaron por el refugio de Linza a tomar una cerveza. Piensan que la montaña es una "buena alternativa de vacaciones" en estos tiempos en los que hay más dificultad para encontrar un buen plan.

Y es importante elegir bien la excursión, ya que si todo el que va a la montaña buscando tranquilidad, aire libre y distancia con otras personas elige el mismo destino, nos estamos poniendo piedras sobre nuestro propio tejado.