Una conversación de media hora con Edurne Pasaban es un chute de positividad. La tolosarra sale de la pandemia con optimismo y agradecida porque en lo personal no le ha resultado particularmente complicado llevarla entre Donostia y los espacios al aire libre del Valle de Arán. Como cada vez que salía de expedición, su gran preocupación no ha sido ella sino su familia. “Mis padres, con más de 70 años, ya sabes, y mi hijo, con cuatro. No dejo de preguntarme qué recuerdo le quedará de todo esto cuando pase el tiempo”, dice. En cuanto al suyo, como nos ocurre a todos, todavía lo está procesando: “¿Saldremos mejores? Sigo sin tenerlo claro. Ojalá aprendamos. A veces los humanos, y lo sé por mis experiencias en la montaña, necesitamos que nos pase algo grave para ser conscientes de lo que somos y lo que tenemos”.

Por excepcional que haya resultado este periodo, para ella no ha sido ni remotamente tan complicado como lo que califica como “mi ochomil más difícil”, que en realidad no fue un ascensión, sino el descenso a los infiernos de la depresión en el año 2006. “Ahí vi la muerte mucho más de cerca que en cualquiera de mis expediciones”, recuerda. Pero fue capaz de pedir ayuda y, con gran esfuerzo, de salir poco a poco. Su recomendación a quien pase por algo parecido es que busque tratamiento profesional y apoyo en las personas cercanas.

Superado el trance, volvió a la montaña con más ganas y otra forma de ver las cosas. Consiguió ser la primera mujer en completar los catorce ochomiles y tras hacerlo, sintió el vértigo de haberse quedado sin objetivos. Pero pronto encontró nuevas metas relacionadas con lo que más feliz le hace a pesar del duro precio. “He perdido quince amigos escalando. Sé que mucha gente no entiende qué sigue llevándonos allá, pero es nuestro mundo, lo que amamos y lo que nos hace felices. Y sé que esos amigos que se quedaron te dirían lo mismo”, sentencia. ¿Y volverá a las expediciones extremas? “No lo sé, nunca digas nunca jamás. Sería, en todo caso, para disfrutar porque lo que fue mi profesión hoy es mi hobby”, remata.

“Los ochomiles fueron para mi mucho más que catorce montañas con esa altura”

“Mi depresión fue un ochomil mucho más difícil que los otros catorce”

“Ser consciente de que tienes una enfermedad y pedir ayuda es la clave para salir”

“La misma montaña a la que culpé de mi enfermedad fue mi vía de escape”

“Los humanos necesitamos tener una gran pérdida para saber qué nos pasa”

“He perdido quince amigos en la montaña. Sé que es difícil de entender qué nos lleva”

“Después de cubrir las catorce cumbres, sentí miedo de quedarme sin objetivos”

“Cuando mis amigos van al Himalaya, sigo las expediciones muerta de envidia, es verdad”

“Ser madre a los 43 años y disfrutar ahora de un niño de cuatro me hace completamente feliz”

“Tras la pandemia, tenemos que seguir viviendo y buscando el camino de la felicidad”