Huarte - Aspe esperó a Javier Zabala (Logroño, 1997). Con el delantero riojano no apretaron el acelerador del debut y tiraron de fuego lento para cocer una perla, que se aventura como una de las próximas sensaciones del panorama manista. No en vano, después de todo lo vivido, el pelotari logroñés, cuyo bisabuelo era de Abadiño, aterrizará el domingo en el frontón Adarraga con la medalla de oro individual del Campeonato del Mundo de Barcelona en el bolsillo. El tránsito por el campo aficionado le ha hecho madurar y la pátina dorada de las preseas le da caché. Ahora le toca pasar al profesionalismo y a su Olimpo, que es el mano a mano, el fetiche de Zabala. “Es la especialidad que más me gusta”, analiza el delantero, gran aficionado del Athletic. Tal es la fe que su empresa, de hecho, tiene previsto alinearle el 14 de abril en el mismo escenario directamente para una previa del Manomanista de Primera. Jugará contra Peio Etxeberria, en estado de gracia en el Parejas. El que pierda irá directo al campeonato de Segunda. No tiene nada que perder, tal y como reconoce: “Da mucha confianza que apuesten por uno para un partido así. Es una buena oportunidad para mí y trataré de aprovecharla a tope. Es el mejor tren que podía coger”. Algunos no se pueden dejar escapar.

Aspe firmó al puntillero con 17 años. Eso fue en 2015. Le hicieron un precontrato para que fuera construyendo su futuro poco a poco. Sin prisa. Tres años después, la promotora anunció que formalizaba su fichaje. En agosto rubricó su nombre en un compromiso de dos campañas. El debut estaba marcado para octubre, pero se pospuso hasta enero y, finalmente, a finales de marzo. “Llevo mucho tiempo deseando debutar y por fin podrá ser. He cogido confianza suficiente para dar el paso. Me veo suficientemente preparado”, analiza Zabala. Ocurre que el Mundial le pasó factura en formato de mal de manos, lo que le ha tenido cuatro meses parado. “Fue el precio del oro. Además, en noviembre me lesioné del oblicuo. Llevo ya dos meses entrenando a tope para aprovechar esta oportunidad”, revela el riojano, quien no se arrepiente de lo pasado. “Valoro muchísimo esa victoria en el Mundial, porque fue una experiencia única”, determina el logroñés.

Para engalanar el inicio de su carrera deportiva, la escuadra de Eibar programará un estelar de campanillas en el Adarraga, que estará copado por aficionados con fe en el joven de Logroño. Zabala contará con la ayuda de Julen Martija frente a Joseba Ezkurdia y Álvaro Untoria. “Es un estelar muy bueno. Martija me ayudará mucho, porque tiene experiencia. Es un padrino joven, pero con mucho juego”, desgrana el riojano. Enfrente, el campeón del Cuatro y Medio aguarda: “Joseba es un ídolo para mí”.

Javier Zabala, que ronda el 1,90 de altura, es un tallo. Delgado y fibroso, cuenta con potencia y caballaje de serie. Eso sí, poco a poco está ganando musculatura. Cuando era un chiquillo se lo podía llevar el viento; ahora, está cerca de los 80 kilogramos. Hace un año pesaba 72. “La alimentación es fundamental. Estoy tratando de coger músculo también con trabajo de gimnasio”, analiza el riojano. Además, en el aspecto técnico, desde que entró a formar parte de la cantera de Aspe, en 2015, Jokin Etxaniz puso el acento en el gancho, la derecha y la defensa. La potencia en la zurda le viene en el ADN. “Soy un pelotari largo, pero trabajo para rematar mejor”, explica el logroñés.

La Rioja espera muchas cosas del delantero, que no se “come la cabeza” por la posible tensión. “El objetivo es coger el ritmo”, afirma el puntillero. “Hay muchas expectativas, pero no me presiono por ello. Cada uno llega al nivel que le toca. Titín III nos hizo mucho daño, porque puso muy alto el listón”, remacha entre risas Zabala. La alfombra roja del profesionalismo ya está colocada. El mundo ya es suyo. El firmamento espera.