Síguenos en redes sociales:

MAZDA3 2.0 MZR DISI Deliciosamente suave

Aunque hoy lo que prima son los turismos diésel de elevadas prestaciones, máxima economía de consumo y mínimas emisiones contaminantes, todavía queda un espacio para el comprador entusiasta de las mecánicas de gasolina, como la del Mazda3 2.0 MZR DISI, una exquisitez de inyección directa con sistema "stop&start" que hará las delicias de los incondicionales de los propulsores con bujías.

MAZDA3 2.0 MZR DISI Deliciosamente suave

dESPUÉS de haber probado hace no muchas semanas la versión diésel de 185 CV del Mazda3, con similar equipamiento a la gasolina que protagoniza esta página, no les voy a negar que siempre escogería el motor de gasóleo frente a este 2.0 de 151 CV por su superior economía y sobresalientes prestaciones. Pero un servidor es sólo eso, un individuo que prueba y escribe sobre coches y motos para lectores con gustos y criterios diversos, por lo que debe estar abierto a otros planteamientos que superen la miopía en la que muchos a menudo podemos tender a caer cegados por nuestras propias preferencias personales. Y para ello nada mejor que darse una vuelta a los mandos del precioso, deportivo, elegante, agresivo de formas y extremadamente dulce y suave en los maneras Mazda3 2.0 MZR DISI i-stop de gasolina.

Compartiendo carrocería con su poderoso hermano diésel, cabe repetir los elogios y algunos defectos ya vistos en el Mazda3 2.2 CRTD de 185 CV: precioso diseño estético, correcta habitabilidad, maletero justo (340 litros) para las dimensiones exteriores de la carrocería de cinco puertas (4,460 metros de largura, 1,755 de anchura, 1,470 de altura y 2,640 de distancia entre ejes), exquisita calidad de realización, excelente comportamiento dinámico, elevado nivel de confort y seguridad, sobresaliente equipamiento, refinamiento tecnológico y precio razonable (de 22.100 a 23.650 euros).

Aunque la versión diésel no admite crítica alguna por su funcionamiento, hay que reconocer que este gasolina 2.0 MZR DISI, con su inyección directa, admisión y distribución variables y el sistema de parada y arranque automáticos para ahorrar combustible en ciudad, está claramente por delante en finura, suavidad, silencio de trabajo, ausencia de vibraciones y tacto sedoso. Es una auténtica gozada manejarlo en ciudad, carretera y autopista, un coche del uno nunca se quiere apear y del que se goza de igual modo conduciéndolo que viajando de pasajero.

Junto a ese tacto aterciopelado del propulsor, el resto de los mandos cumplen a la perfección. Cambio, frenos, dirección y suspensiones aportan su granito de arena para que tanto el conductor como sus acompañantes disfruten plenamente del viaje o del trayecto, por breve que éste resulte. Sólo cabe reprochar, como a su hermano diésel, la ausencia de un indicador de temperatura del líquido refrigerante del motor -sólo informa si está frío o caliente-, la antena a rosca y aquí el kit reparapinchazos.

ATMOSFÉRICO La evolución de la tecnología diésel está siendo injusta con los motores de gasolina, porque mientras los primeros siempre cuentan con el apoyo determinante de la sobrealimentación (todos llevan turbocompresor o compresor volumétrico), los gasolina en la mayoría de las ocasiones son atmosféricos y no disponen de la patada extra que aporta una buena y moderna turbina. Por eso, y aunque la respuesta es siempre consistente y llena, con un cuatro cilindros que trabaja sin vacíos entre 1.500 y 6.500 revoluciones por minuto (rpm), momento en el que la aguja se adentra en la zona roja del tacómetro, el tacto aterciopelado y extremadamente refinado de este propulsor dejará un poco fríos a los conductores más deportivos, ávidos de sensaciones fuertes. Sin duda que este motor será más apreciado en sus numerosas virtudes por los conductores más maduros y sosegados. Para los jóvenes y los ansiosos de emociones intensas falta un poco de mala leche.

Además, el excelente comportamiento del bastidor, claramente preparado para recibir potencias superiores, pone más en evidencia el talante un tanto conservador de esta avanzada y refinada mecánica, ya que la estabilidad, manejabilidad y agilidad del conjunto están francamente logradas, con unas reacciones rápidas, precisas y siempre progresivas. El cambio manual de seis marchas, de funcionamiento impecable, cuenta con unos desarrollos bien calculados, tanto para circular en ciudad a velocidades legales como para aprovechar la sexta relación incluso rodando por carretera.

En cualquier caso, que nadie piense que las prestaciones son escasas, porque contar con un motor de dos litros que aporta 151 CV a 6.200 rpm, 191 Nm de par máximo a 4.500 vueltas, 206 km/h de velocidad punta y 10,4 segundos en el paso de 0 a 100 km/h no es en absoluto como para quejarse. Además, sus registros de consumo son bastante aceptables, con 9,3 litros en ciudad, 5,4 en carretera y 6,8 en recorrido combinado, con unas emisiones medias de CO2 de 159 gramos por kilómetro. Así, si queremos portarnos bien y ser civilizados, podemos practicar una conducción en la que cambiemos a la siguiente marcha apenas lleguemos a 3.000 revoluciones; mientras que si queremos apurar al máximo las prestaciones en un manejo deportivo, deberemos estirar los cambios y movernos entre 4.000 y 6.500 vueltas.

De lo que no habrá queja alguna será del confort, la notable calidad de terminación y montaje y el sobresaliente equipamiento con el que Mazda ha provisto a su turismo compacto. La comodidad, desde cualquier punto de vista, y la dotación son simplemente irreprochables. Y en la versión Sportive estos elogios alcanzan su máxima valoración, con detalles de lujo tanto en confort como en seguridad. Lo dicho, si nuestras miras se centran en los motores de gasolina, este Mazda3 2.0 MZR DISI i-stop es una opción de lo más convincente.