Los bancos de la estación de autobuses de Pamplona sufrieron ayer los servicios mínimos estipulados en el transporte público. Numerosas personas, bastantes más de lo habitual, esperaban sentados a que les confirmaran que el horario de su autocar no había sufrido horarios.

Y así en fue en algunos casos, pero no en todos. "Si no cogemos ahora el autobús para ir a Ribaforada tendremos que esperar hasta las siete y media de la tarde", se lamentaba al mediodía un matrimonio de la Ribera, obligado por la reducción de servicios a hacer escala en Tudela para tomar allí otro autobús en dirección a su lugar de residencia. "De normal hubiéramos ido directamente a Ribaforada y a otra hora, pero hoy no es posible", explicaba Gloria, compartiendo gesto de resignación con su marido. El hecho de considerar que existían razones para convocar el paro aliviaba su espera. "Esta incomodidad es tolerable. Somos pensionistas y nos han fastidiado las pensiones. Hay motivos para una huelga".

Más preocupada se mostraba Naoual, quien, nerviosa, buscaba una alternativa para llegar cuanto antes a Irurtzun. "Mis hijas salen a la una y media del colegio y no tengo autobús para llegar a tiempo, así que he llamado a una amiga para que las recoja, pero estoy preocupada". Esta joven madre se había desplazado a la capital navarra para visitar a una amiga hospitalizada. "Desconocía que por la huelga no iba a tener autobús, me he enterado ahora mismo", explicaba sin saber que su autocar no sufría retraso por los servicios mínimos sino por encontrarse retenido para permitir el paso de los participantes en la manifestación convocada por CCOO y UGT.

menos viajeros Los empleados de las compañías de transporte se afanaban en proporcionar información a los viajeros. "Ha venido menos gente y se ha notado en todos los trayectos, aunque la situación es de normalidad", explicaba Jesús Pascual, en la ventanilla de La Veloz Sangüesina, la Baztanesa, La Estellesa y Artieda. "Los clientes habituales, sobre todo trabajadores y estudiantes, han llamado para informarse antes", añadía desde La Burundesa.

Mientras la mayoría de viajeros optaba por esperar sentados tras adquirir sus billetes, Clara Eden, una turista holandesa, deambulaba desorientada. "No hablo español. Sé que hay una huelga y supongo que algo así no pasa sino es por causas justificadas, pero no sé si me va a afectar a mí. Quiero ir a Logroño, pero estoy algo confundida", admitía. Minutos después, recibía ayuda de una joven, que le acompañó a la ventanilla para encargarse de la traducción.

A escasos metros, una bandera de CCOO delataba la presencia de un par de manifestantes. José Manuel Villanueva y Juan Antonio Cepero, conductores de La Tafallesa, comentaban con unos amigos las incidencias del paro. "No va a servir para nada porque no estamos unidos. Hace años convocamos una huelga en el transporte y respondimos todos y sin servicios mínimos, así logramos lo que nos propusimos, pero ahora no sucede esto. Nadie está de acuerdo con la reforma pero nadie se pringa", aseveraba Villanueva, el más veterano de los chóferes. "Nos cuesta movilizarnos por miedo a represalias empresariales", añadía su compañero.