HA llegado precedido de una importante campaña publicitaria en muy diversos medios, lo cual ya casi es una noticia por sí misma, en estos tiempos de crisis y austeridad extrema. El nuevo Kia Rio se anuncia como un utilitario que pretende revolucionar el segmento de los vehículos pequeños y prácticos, ése para el que los analistas auguran un imparable crecimiento en los próximos años.
Bajo una calculada campaña, Kia nos promete que el nuevo Rio "provoca, sorprende y seduce". Y, bien mirado, tienen su parte de razón. Provoca interés por su acertado diseño, con la imagen lateral de un cupé deportivo, un frontal que indudablemente es Kia y una zaga que recuerda a su exitoso hermano Sportage. Sorprende con sus formas robustas a la vez que equilibradas, por sus bajísimos registros de consumo y también por unos precios contenidos. Y seduce, al menos a este redactor, porque al volante se disfruta plenamente de la conducción, con un manejo refinado, suave, silencioso, preciso y confortable. Si uno no supiera que está a bordo de un utilitario, perfectamente se podría creer que viaja dentro de un turismo medio o grande por el silencio, la finura de funcionamiento y el tacto de los mandos. Así que, al final, no tenemos ningún reparo en reconocer que Kia dice la verdad con su campaña publicitaria, a la que añadiríamos que el Rio, además, convence.
No vamos a negar que también hemos encontrado algunos pequeños peros en este modelo durante su respectiva prueba, la mayoría fáciles de solventar o de escasa relevancia. Entre ellos está la ausencia de espejo retrovisor exterior izquierdo con efecto panorámico, la consabida antena a rosca y la rueda de repuesto de emergencia (al menos es mejor que un kit reparapinchazos). Asimismo, aunque el diseño es acertado y entra dentro de la lógica de un vehículo utilitario y económico, el salpicadero ganaría enteros con un material algo menos duro al tacto y la vista. Por último, y esto es consecuencia de la actual mentalidad ecológica y ahorradora que nos invade, los desarrollos de la exquisita caja de cambios de seis marchas, de funcionamiento, tacto y precisión excelentes, resultan demasiado largos para una conducción alegre o deportiva, amén de obligarnos a usar el cambio con frecuencia si el vehículo va cargado o la orografía es muy accidentada. En realidad, no es un problema, pero sería mejor que vinieran un poquito más cortos de fábrica: 110 km/h de marcador en sexta marcha a 2.000 rpm es una desmultiplicación excesiva para un diésel de 1.396 cc, 90 CV a 4.000 rpm, 220 Nm de 1.750 a 2.750 vueltas, 172 km/h de velocidad máxima y 14,2 segundos de 0 a 100 km/h.
De todos modos, no voy a negar que me ha sorprendido, por lo agradable y brillante, tanto el rendimiento del motor como su finura de trabajo. Está claro que una relación de cambio más cerrada obtendría peores consumos, que son francamente brillantes (5 litros en ciudad, 3,8 en carretera y 4,3 de promedio, con 113 gramos de CO2 por kilómetro), pero aportaría mejores aceleraciones y recuperaciones. No obstante, este motor es una delicia y este redactor nunca renunciaría a él por el asunto de los desarrollos; de hecho, además de progresivo, muestra su poderío cambiando a la siguiente marcha a sólo 2.000 rpm y saliendo con brío, incluso en sexta velocidad.
PEQUEÑO Y GRANDE Puede que por fuera resulte pequeño o, mejor dicho, compacto (4,045 metros de largo, 1,720 de ancho, 1,455 de alto, 2,570 de distancia entre ejes y 288 litros de maletero), pero este Rio es un gran coche. Para comenzar, un servidor, con su 1,83 de altura y más de cien kilogramos de peso, se acomoda satisfactoriamente tanto en las plazas delanteras como en las traseras, en todas goza de una visibilidad satisfactoria y sólo se queja de la sonoridad de las suspensiones sobre asfaltos muy deteriorados. Luego, cuando el ritmo de marcha sube, la precisa y agradable dirección, los eficaces frenos y unas acertadas amortiguaciones permiten disfrutar de los trazados llenos de curvas merced a la agilidad, estabilidad y nobleza de reacciones del Rio. No es un deportivo, ni lo pretende, pero se porta como un campeón incluso al límite.
Y respecto al equipamiento, Kia, con buen criterio, establece tres niveles para el motor diésel más potente, el de 90 CV (también hay un 1.1 CRDi de tres cilindros y 75 CV): Concept (12.940 euros), Drive (14.040 euros) y Emotion (14.840 euros), tarifas a las que hay sumar los gastos de matriculación (unos 300 euros). La unidad probada era la más provista, la Emotion. Todas comparten la misma dotación en seguridad (ABS, EBD, ESP, VSM, HAC, ESS, seis airbags y anclajes Isofix), por lo que las diferencias se establecen en la equipación de confort, diseño, sonido y comunicación. Con esto, lo que se garantiza es que cada comprador encuentre el coche adecuado a sus gustos, necesidades y presupuesto.
Al final, la sensación que deja el Rio es la de un utilitario moderno, práctico, sólido, de calidad, cuidado tanto en el diseño como en sus apartados más funcionales, perfectamente concebido para la vida actual y con el que disfrutar durante muchos años sin preocuparse de nada, algo a lo que sin duda también contribuye su garantía de 7 años o 150.000 kilómetros. Lo dicho, un coche para pensárselo.