a la civilización entendida esta como la sociedad inteligente que conoce, respeta y tolera, un colectivo de individuos que en pleno siglo XXI ya ha tomado conciencia de que hay que buscar fórmulas que hagan posible la movilidad individual con el mayor respeto posible al medio ambiente. Porque el nuevo Toyota Auris 1.8 HSD Híbrido Advance es, por encima de todo, una apuesta por el coche de gasolina ecológico, capaz de unos consumos francamente bajos allí donde los gasolina siempre fueron unos gastones insaciables, en ciudad y en recorridos cortos, y de aportar además un silencio de funcionamiento inalcanzable para el resto de los vehículos, salvo que estos sean totalmente eléctricos.

He disfrutado durante estos días de prueba de un coche con una finura de funcionamiento y un silencio de marcha simplemente admirables. Por encima de las virtudes del Auris, que son muchas y conocidas por todos, estaba la placidez, la calma, casi de monasterio medieval, que se respiraba en el interior de su habitáculo, un espacio, por otra parte, amplio, confortable y provisto de un equipamiento francamente completo. De hecho, la terminación Advance es la más extensa, con un precio de 24.900 euros, frente a la versión más asequible del Active, en 22.250 euros, y a las que hay que aplicar un descuento de 2.300 euros este mes. No he echado de menos nada y sí que es de justicia destacar algunos detallazos, como la cámara de visión trasera que se proyecta sobre el retrovisor interior antideslumbramiento, como exquisitez remarcable.

El Auris 1.8 HSD cuenta con la particularidad, frente al peculiar diseño del Prius, de aportar la carrocería del turismo compacto por excelencia de Toyota, lo que le confiere un espacio interior claramente superior. Su bajo piso (5 milímetros menos que el estándar), la superficie totalmente plana también para los pies de los pasajeros traseros, la enorme zona acristalada lateral y frontal y la excelente visibilidad (con cámara trasera no sería justo criticar las dimensiones del montante posterior) hacen de su manejo toda una delicia. Y es precisamente su facilidad de uso otra de sus grandes virtudes. Una vez familiarizado con su pequeña palanca de cambios (D, avance; R, marcha atrás; N, punto muerto; y B, retención para bajada de puertos), a la que se suma un botón con la letra P, que acciona el freno de mano para aparcar, tan solo nos queda acelerar y frenar. El Auris se preocupará del resto, a lo sumo nos dejará escoger la modalidad de funcionamiento: EV, vehículo eléctrico (hasta 50 km/h y un máximo de dos kilómetros), para velocidades bajas y aceleraciones suaves; Eco, el que por defecto se emplea siempre y ahorra más; y Power, de máximas prestaciones (donde aprovechar los 136 CV resultantes de sumar los 99 CV de gasolina y sus 142 Nm al empuje del motor eléctrico).

Todo es aquí una invitación a desplazarnos, con una autonomía de hasta 1.180 kilómetros, respetando los límites de velocidad, sin excesos y concentrados en el tráfico, a pesar de que también alcance los 180 km/h y acelere de 0 a 100 km/h en 11,4 segundos. Sin duda que el Auris HSD nos hace mejores conductores.

NAVE ESPACIAL En el Auris HSD hay algo de nave espacial, tanto por la peculiaridad de su cuadro de mandos o la diminuta palanca de cambios como por la sofisticada tecnología de su mecánica híbrida de gasolina y propulsión eléctrica. Con las baterías sobre el eje posterior, lo que resta algo de capacidad al maletero (279 litros), en el que se aloja una rueda de repuesto de emergencia, disponemos de una doble fuente de energía bajo el capó delantero. Para saber cómo estamos funcionando en cada momento, el cuadro de instrumentos, que prescinde del cuentarrevoluciones, pero tiene de todo lo exigible, cuenta con una esfera en la que una aguja nos indica lo que implica nuestra forma de conducir: que estamos en modo Power o de máxima demanda de prestaciones; que trabajamos en formato más ecológico (verde oscuro) o menos ecológico (verde claro) o que el coche está cargando sus baterías eléctricas (CHG). Además, el ordenador de viaje, mediante un gráfico con el dibujo de una rueda, el motor de combustión y la baterías, ayudado de tres flechas en movimiento, nos informa de quién suministra energía a quién, si el motor y las baterías, solos o ambos a la vez, a las ruedas; o las ruedas, en plena frenada, inercia o descenso, a las baterías.

Lo mejor es que todo transcurre con una suavidad y silencio asombrosos, sin que apenas percibamos la entrada en funcionamiento del motor de combustión o cuando éste cede todo el trabajo a las baterías. Por eso, el contraste sonoro que se produce cuando queremos practicar una conducción deportiva o nos deplazamos por tramos de montaña y exigimos al propulsor de gasolina todo su potencial es más que notable. Sin duda, tanto los puertos de montaña como la conducción racing son dos asignaturas pendientes para el Auris HSD, un modelo de planteamiento ecológico y más concebido para ahorrar, contaminar poco y agradar en un uso civilizado, y al que las cuestas se le atragantan un poco, sobre todo porque sus 99 CV de gasolina más los del motor eléctrico entonces parecen escasos.

Y para quienes alberguen algún tipo de desconfianza sobre la tecnología híbrida de Toyota, respaldada con cinco años de garantía o 100.000 kilómetros, les comentaré la anécdota de que un taxista, familiar de un compañero de trabajo de un servidor, ha realizado 400.000 kilómetros con su Prius híbrido antes de que las baterías del coche dijeran basta. No sé a ustedes, pero a mí 400.000 kilómetros me parecen más que suficientes para confiar en esta tecnología.

A la postre, y aunque no puedo dejar de pensar lo que supondría esta propulsión híbrida acompañada por el brillante motor diésel 1.4 D-4D de Toyota, el balance del Auris 1.8 HSD es francamente convincente. Tras dar un paseo junto a un compañero de trabajo después de concluir la jornada laboral, este se apea del Auris y yo pongo rumbo a casa. Es muy tarde, ya nadie pasea por las calles, y este redactor y su discreto Auris se desplazan en modo eléctrico entre los bloques de viviendas sin más ruido que las ruedas rozando el asfalto y el sonido del viento acariciando la carrocería. El silencio es un placer impagable. Algún día todos los coches serán así de civilizados y, con suerte, puede que hasta más.