YA lo decía Pazos en la película Airbag: "Lo importante es el concepto". Y tenía más razón que un santo. Así que para aclararnos, de entrada hay que precisar que el Twizy no es un coche pequeño sino, como nos recuerdan en el concesionario, "un cuadriciclo eléctrico", un vehículo de cuatro ruedas con motor eléctrico, tracción trasera y techo, sin puertas (opcionales) ni ventanillas, carente de sistema de climatización, de rueda de repuesto y de maletero específico, provisto de volante, acelerador y freno, con cambio automático (emplea un botón para seleccionar el avance, el retroceso y el punto muerto) y dotado de limpiaparabrisas y freno de mano. Elemental, esencial y básico, pero práctico, funcional y divertido como pocos. Ah, eso sí, y nada discreto. No se sorprendan, si lo prueban, si alguien les mete la cabeza dentro del habitáculo, mientras esperan en el semáforo, para ver qué se cuece ahí dentro.

Este biplaza, con el copiloto situado tras el conductor y en una posición un poco forzada si el que lleva los mandos es de grandes dimensiones, posee, comparado con un coche convencional, una agilidad en ciudad que lo hace insuperable, tanto por sus compactas dimensiones (2,337 metros de longitud,1,454 de anchura, 1,381 de altura y 1,686 de distancia entre ejes), reducido peso y buen rendimiento, como por su facilidad de manejo: acelerar, frenar y aparcar en lugares impensables para el resto del mundo. Salvo que se viaje en moto, el Twizy es imbatible en la urbe, con la ventaja añadida de su mayor protección en caso de lluvia e infinitamente superior seguridad en el supuesto de colisión, y la tranquilidad añadida de contar con airbag y cinturón delantero de cuatro puntos de anclaje y trasero de tres. A sumar que disponemos de dos guanteras delanteras, una con cierre a llave, y otra trasera.

Respecto a su diseño, este desenfadado y atrevido vehículo cuenta con hasta 900 variantes distintas, fruto de combinar sus diferentes tonalidades, niveles de equipamiento (Urban, Color y Technic), asientos, puertas, llantas de aleación, etc. Asimismo, existen dos motorizaciones 100% eléctricas diferentes, ambas sin emisiones contaminantes. La primera, denominada Twizy 45, equiparable a un ciclomotor, con 9 CV, 33 Nm de par, velocidad limitada a 45 km/h y que puede ser conducida desde los 15 años; mientras que la unidad probada, la Twizy 80, precisa de carné de coche tipo B, entrega 17 CV y 57 Nm y se estira hasta los 80 km/h.

SUFICIENTE Y DIVERTIDO Las dos preguntas básicas que todo el mundo te plantea cuando se percata de que es un modelo eléctrico cuentan con una repuesta clara: tiene una autonomía de 100 kilómetros, hasta 115 en conducción de máxima eficiencia, y tarda tres horas y media en cargarse en un enchufe doméstico. Respecto al mantenimiento, cabe decir que es prácticamente nulo y muchísimo menor que el de un coche con motor de combustión, y que las baterías, que cuestan un riñón -no nos quisieron o no supieron decirnos cuánto-, Renault las alquila por la módica cantidad de 50 euros al mes. Si echamos cuentas y vemos, como nos indicaron en el concesionario, que gastamos en electricidad entre uno y dos euros cada 100 kilómetros, al final el eléctrico empieza a entrar ya dentro del terreno de la rentabilidad.

Sobre su estética, les confieso que he oído comentarios de todo tipo y tono. A mi parece un pequeño coche espacial, pero me encanta que alguien tenga el valor -gracias, Renault- de crear modelos tan atrevidos. Sus puertas de apertura vertical y la ausencia de ventanillas (parece que se están desarrollando unos derivabrisas para proteger de la lluvia al copiloto) son otros dos detalles específicos y que hacen que uno se sienta cercano a las sensaciones de ir en un scooter cubierto, hasta tiene un accesorio de manta para las piernas tan habitual últimamente entre los moteros.

Al volante, las impresiones son también bastante particulares. A su comentada agilidad y maniobrabilidad, a medio camino entre un coche pequeño y un scooter, se añaden sensaciones que lo colocan también en una posición intermedia entre las dos y las cuatro ruedas. Así, cuenta con mayor protección y comodidad que una moto, pero menos confort y espacio que un coche. Las suspensiones son un poco secas y transmiten bastante fielmente las irregularidades del terreno y la sonoridad es asimismo más elevada (aerodinámica, sin ventanillas, de motor y de rodadura) que en un cuatro ruedas convencional. El tacto de los mandos es bueno y sólo el del freno se antoja un tanto duro. A destacar que en frenadas y descensos estaremos recargando las baterías y aumentando nuestra autonomía. En cualquier caso, salvo que seamos muy exigentes en el apartado de comodidad y espacio disponible, el Twizy nos hará disfrutar de lo lindo. Su facilidad de uso y la comentada rapidez de reacción serán sus mayores virtudes en movimiento, a sumar a sus bondades a la hora de aparcar. La autonomía es notable y se recarga en poco tiempo y en un enchufe doméstico. Todo un acierto.

Respecto a los precios, las tarifas se sitúan entre los 7.456 euros del más asequible de los Twizy 45 y los 8.956 euros del Twizy 80, cantidades a las que restar la cantidad que a posteriori la Administración devuelve al propietario, por tratarse de un vehículo eléctrico y tras los trámites que realiza el propio concesionario, con lo que los costes finales se mueven entre 5.383 y 6.439 euros. Otro punto a favor del pequeño Renault es que resulta barato de asegurar, con tarifas para coche+batería entre 200 y 300 euros, según nos indicaron en el concesionario de la casa francesa.

Para terminar, el Twizy cuenta con accesorios y opciones tan personales como el diseño y carácter del coche. El sistema de bloqueo del volante, el radar de proximidad trasero, los neumáticos de verano y de invierno, el kit reparapinchazos, las llantas de aleación, el techo transparente, la manta cubrepiernas, la prolongación de los guardabarros de las ruedas delanteras, la bolsa de transporte, el equipo de sonido y el sistema de navegación son tan peculiares como el propio vehículo. Sin duda, un coche especial para gente especial. Lo miraré con envidia el día que la lluvia me sorprenda en moto.