EL nuevo León FR 2.0 TDI 150 CV es el ejemplo perfecto de esa carta de presentación que ha acuñado Seat cuando se define afirmando: "Somos españoles y alemanes. Nos apasiona la perfección. Nos emociona la tecnología. Todo lo que hacemos se traduce en sensaciones para ti. Damos sentido al diseño. Damos vida a la tecnología. Lo llamamos Enjoyneering. Somos Seat".
Iba dándole vueltas a esta acertada y espectacular declaración de principios días después de haber probado esta versión del nuevo León, concretamente la de cinco puertas y cambio manual de seis marchas, mientras recorría en moto una estrecha carretera de montaña sin arcén a unos 60 km/h. Fue entonces cuando me crucé con un veterano y venerable Seat 1430 azul oscuro rodando a un ritmo parecido al mío. Corté gas, levanté la visera del casco y me dejé llevar por la inercia mientras admiraba sus formas cuadradas y perfectamente ilustrativas de lo que es un tres volúmenes (motor, habitáculo y maletero). Con un ojo mirando al frente y otro puesto en el retrovisor de mi trail, lo seguí viendo empequeñecerse hasta desaparecer de mi vista y dejar de emitir ese sonido de motor y escape tan característico.
Hacía apenas una semana que había conducido el modelo para mí más seductor de la Seat más moderna, fascinante y estimulante, y a pesar de eso me había quedado embobado al ver pasar frente a mis narices un coche con más de 35 años de antigüedad, pero aún capaz de emocionarme. Todavía recuerdo cuando a finales de los años setenta del pasado siglo mi padre se debatía entre un Seat 1430 blanco y un Renault 12 S azul, ambos de segunda mano, con los que reemplazar a nuestro viejo Renault 6, que difícilmente podría desplazar con soltura en verano a los cuatro integrantes de la familia y a nuestra nueva caravana camino de las playas mediterráneas. Yo, que estaba ilusionado con que finalmente nos hiciésemos con el 1430, por aquello de la tracción trasera y de que era algo más potente, me dirigí a mi padre, mecánico de toda la vida, para preguntarle cuál de los dos era el mejor y también para sondear la posibilidad de poder influirle en la decisión final. Él, casi sin mirarme y centrado en lo suyo, respondió: "Los dos son buenos". A la postre, siguió con Renault, pero nunca, ni él ni yo, dejamos de mirar de reojo a los 1430.
EN DOS PALABRAS. Como diría Jesulín, con ese verbo impagable que Dios le dio, lo de este León FR 2.0 TDI cabría resumirlo en dos palabras: "In precionante". Partiendo de un diseño del que ya hemos hablado en ocasiones anteriores, creo que aporta un estilo más elegante, anguloso y tecnológico que su predecesor. Quizás sea menos llamativo y racing, salvo por sus ópticas de leds, preciosas y muy definitorias, pero tiene una presencia soberbia. Bello y cautivador por fuera, por dentro luce un estilo también elegante, limpio, claro y funcional a la vez. Es un coche hecho para disfrutar todos los días y en todos los momentos, con una calidad de realización excelente y un agrado de utilización muy elevado. Con la salvedad de la ausencia de retrovisores exteriores panorámicos, no creo que se le pueda plantear ninguna objeción; está hecho a conciencia, por calidad, diseño, montaje y funcionamiento. La habitabilidad y el confort son también muy apreciables, igual que su conseguido maletero de 380 litros de capacidad, que pueden albergar una rueda de repuesto, eso sí, de emergencia.
En donde además el León FR 2.0 TDI 150 CV impresiona es en su equipamiento. Sinceramente, sería necesaria otra página para detallar una completísima dotación de serie, a la que poder sumar numerosos elementos opcionales, y que sitúa al León FR en una posición muy ventajosa. Baste decir que la unidad probada, que incluía Conveniencie Pack, Seat Full Led, Titanium Pack, sistema de navegación, rueda de repuesto de emergencia, sensores de aparcamiento delanteros y traseros y sistema de visión esquemática del coche y de obstáculos, tapicería en Alcántara, Seat Sound System, llantas de aleación de 17 pulgadas, cristales tintados, climatizador bizona, siete airbags, ocho altavoces, control de crucero, volante en piel, retrovisores plegables eléctricamente, Bluetooth, tres modos de conducción y asistente activo de carril (recupera la trayectoria del coche al desviarnos involuntariamente), entre otros muchos elementos, está disponible ya matriculado por solo 21.389 euros; sin olvidar que hay un FR 1.4 TSI de 122 CV por solo 16.217 euros.
Sobre el motor y el bastidor, ya se pueden imaginar que solo cabe hacer elogios. Sinceramente, no creo que nadie en su sano juicio, salvo que oculte en un interior a un piloto amordazado, necesite más potencia. Este coche de 1.968 cc, 150 CV de 3.500 a 4.000 rpm y 320 Nm de par de 1.750 a 3.000 vueltas corre una barbaridad (215 km/h), acelera con brillantez (8,4 segundos de 0 a 100 km/h), recupera muy bien (12,1 segundos de 80 a 120 km/h), gasta poquísimo (con cifras homologadas de 5 litros en ciudad, 3,6 en carretera y 4,1 de promedio) y contamina mínimamente (106 gramos de CO2 por kilómetro de media). Por prestaciones, poderío y agrado de utilización, merece una nota muy elevada. Tan solo les recomiendo, si su economía se lo permite, que se decanten por la caja de cambios automática DSG. Además de ser más cómoda en ciudad y muy rápida en las transiciones, cuenta con unos desarrollos más ajustados que los larguísimos de la transmisión manual (48,9 y 58,4 km/h por cada 1.000 rpm en quinta y sexta marcha, respectivamente).
Esta fabulosa respuesta mecánica se asocia a un bastidor también excelente. No exhibe la exquisitez de una suspensión trasera multibrazo y se conforma con delantera MacPherson y posterior con eje semirrígido, pero por comodidad, filtración de irregularidades, agrado de uso y respuesta dinámica su valoración es muy favorable. Nunca se muestra como un coche nervioso, sino muy aplomado y estable, con una conducción ágil y precisa, que aborda las curvas con un agarre elevadísimo y unas reacciones progresivas y predecibles. De hecho, para llevarlo al límite de adherencia, que llega antes que el del bastidor y las suspensiones, hay que esforzarse, y mucho, por encima de lo que recomienda el sentido común en carretera abierta, aunque rodemos sin tráfico. A la postre, este León, a pesar de que los viejos Seat todavía siguen activos y cautivadores para los más nostálgicos, demuestra que los tiempos presentes son claramente mejores que lo pasados.