pamplona - En realidad, rehabilitar edificios es algo que se ha hecho toda la vida. Lo sabe bien Sara Velázquez Arizmendi, arquitecta de cuna, experta en eficiencia energética, socia de VArquitectos, y una de las primeras certificadoras Passivhaus (el sello que se otorga a las construcciones de consumo casi nulo) de Navarra, quien ayer recordó en el tercer Foro Hiria de DIARIO DE NOTICIAS cómo la restauración de edificios era algo que se reservaba a “lo valioso”, a las fachadas emblemáticas. Pero eso ya se acabó. Llegó la crisis, y con ella una enseñanza: “Que lo nuevo no es siempre necesariamente mejor, y que vivir cerca de tus padres, o en una zona con el comercio consolidado, tiene un valor que muchas veces supera a lo nuevo”.
Velázquez sabe de lo que habla: certificó el primer edificio Passivhaus de España en el Soto de Lezkairu, acometió la rehabilitación energética de las Torres de Orvina en 2016 y actualmente desarrolla proyectos de reforma en otras 250 viviendas.
Con ese bagaje, centró su ponencia en las cinco claves para la rehabilitación. Porque ya no es sólo una nueva tendencia arquitectónica. Es, directamente, una “obligación moral”. Una necesidad porque “en el futuro o hay verdadera rehabilitación o lo que no habrá es futuro”.
las cinco claves ¿Qué quiso decir con eso? Que ya no se trata, únicamente, de velar porque los edificios sean capaces de gastar menos energía. Ese es un horizonte muy cercano, proyectado como la norma en 2020 y que ya existe. Se trata de que la rehabilitación ya no se dedique a tapar agujeros; la rehabilitación del futuro tiene que tener una visión global y actuar en todas las parcelas, desde la seguridad, la lucha contra los incendios o la aplicación de nuevos materiales, en una visión circular que permita pasar del ciclo “expansivo” al “regenerativo”. Otra clave es funcionar con visión de futuro, es decir, aplicando los conocimientos que ya han dado otras actuaciones exitosas. También es importante la autoexigencia: la reforma se tiene que comparar con un edificio nuevo. La cuarta clave es actuar por fases. Lo importante es que las reformas no se solapen entre sí, y que una actuación no frustre otra futura. Es preferible, aseguró, dejar algunos aspectos en una situación más transitoria y poder rematarlos mejor en el futuro. Puso el ejemplo del consultorio de Lodosa, que tiene una cubierta de 900 m2. Cuando se proyectó, seguía vigente el impuesto al sol y no merecía la pena colocar placas solares. “Pero estábamos convencidos de que el impuesto iba a caer”, indicó. A falta de nueve meses y ya sin ese impuesto, los paneles podrán abastecer al consultorio.
Y por último, algo de sentido común: escuchar y dialogar. Las reformas no se apalabran con un propietario, sino con un montón de propietarios. Estar abiertos a cambios y hacer comunidad es prioritario.