A poco que prestemos atención al impacto que están ejerciendo las pantallas en la economía y en nuestras vidas, uno se da cuenta de que es algo que va mucho más allá de un formato en el que se pueden visualizar las cosas. No se trata de hacer una retrospectiva de la historia de la humanidad, pero a veces tampoco está de más mirar por el retrovisor para poner alguna cuestión que otra en perspectiva. Antiguamente la comunicación de viva voz y la memorización e intercambio de historias fue casi la principal herramienta de transmisión de conocimiento entre personas y generaciones. Con la invención de la imprenta por parte de Guttenberg en el siglo XIV, de pronto el texto impreso aportó un soporte físico donde explicitar la comunicación, la información y el conocimiento. En verdad, sería difícil hablar de ciencia, de información o prácticamente de ningún campo mínimamente estructurado sin la existencia del papel y la tecnología asociada.

La imprenta permitió que el saber se demostrara y transmitiera de forma impresa en clave de artículos, libros o informes que publicaban los autores. El libro se convirtió en el paradigma de la transmisión de la información y conocimiento, tomando a menudo un rol de verdad revelada. Pasada una segunda transición donde la radio en un inicio y posteriormente la televisión han sido sucesivamente los soportes por antonomasia, los datos dicen que a día de hoy el medio que acapara la mayor atención son las tablets y los móviles combinadas con una televisión reconvertida a la personalización a la carta. Es lo que de otra forma se denomina como el mundo multidispositivo.

Creo que es bueno pararse en este punto porque en el maremágnum de nuestro día a día, internet y las múltiples pantallas van mucho más allá de ser un mero cambio de soporte que sustituye un papel por una superficie con luz.

Al leer un libro se accede a un espacio imaginario donde va la mente de cada persona. Pero si prestamos atención a nuestro comportamiento con los dispositivos, la lógica de funcionamiento poco o nada tiene que ver con la de los libros. Las pantallas nos exponen a fragmentos, reclamos visuales, palabras y frases interconectadas. Se dice que el link (hipervínculo subrayado que lleva en internet a ampliar información sobre una palabra o tema) y el tag (palabras que agrupan contenidos alrededor de ellas) son las invenciones más importantes de los últimos 50 años. Los links y los tags en internet están haciendo más inteligente a la web, en la medida en que los buscadores van analizando esas relaciones y a través de la inteligencia artificial van fortaleciendo aquellas que mayor refuerzo presentan. Todo se está conectando entre sí, y eso lo está cambiando todo. Y de qué manera.

La transformación digital, internet y las pantallas han y van a remodelar la forma en la que se lee, aprende, comunica e interactúa. Se estima que en el plazo de tres décadas, y valiéndose de algoritmia y computación, todos y cada uno de los libros del mundo estarán entrelazados en internet convertidos en una macro red literaria. Esa interrelación entre imágenes, datos y recursos hará que la persona que esté leyendo podrá configurar a golpe de click un gráfico social correspondiente a una idea, una cronología de un concepto, representar gráficamente la red de palabras, visualizaciones, datos y audiovisuales relacionados con aquello que quiera consultar o de lo que saber más. En los libros solo se leía y visualizaba algo estático. Las pantallas y las tecnologías asociadas permiten una interacción basada en relaciones que recrea imágenes, contenidos, gráficos y otros recursos de forma instantánea. Aplique esta lógica en la ciencia, en la ingeniería, el periodismo, la historia, los contenidos educativos o los manuales de instrucciones/aplicación de cualquier trabajo y que cada uno/a saque sus propias conclusiones.

Las pantallas han cambiado la forma en la que nos relacionamos con los contenidos. La interacción con los mismos es una mezcla de lectura y visionado de palabras y lectura de imágenes. Aunque parezca contradictorio, leemos imágenes y vemos palabras. Los libros tienen la virtud de generar capacidad reflexiva y analítica en las personas, las pantallas contribuirán a generar pensamiento orientado a la acción, en relacionar patrones y asociar problemas con posibles soluciones alternativas, el pensamiento a tiempo real. Si alguien piensa que esto se parece más a un ensayo que a un espacio relacionado con la economía, creo que es interesante prestar atención a cómo las pantallas están transformando sectores enteros de la economía, y por tanto empleos actuales y futuros. Han transformado el sector editorial, el periodístico, el audiovisual, el de videojuegos, el de la formación y educación. Y están haciendo lo propio con los industriales.

Las pantallas hacen efectiva la visión de que ninguna idea existe sola por sí misma, sino interconectada con muchas otras del pasado, del presente, y con las predicciones del futuro. Algunas de las más avanzadas ya pueden detectar a qué parte del cuadrado estamos mirando, prestando atención y durante cuánto tiempo. En breve, programas informáticos serán capaces de interpretar emociones en nuestros rostros adaptando los contenidos en función de los mismos, y en un par de décadas los cristales de las gafas podrán sumar una capa informacional a lo que vemos mediante el desarrollo del campo de la realidad aumentada. Las paredes se convertirán en pantallas, algunas serán reales, otras proyectadas. Entretanto, nosotros/as las seguimos alimentando con nuestras fotos y geolocalización a tiempo real. Les estamos enseñando dónde estamos, lo que comemos y bebemos, nuestro peso, humor, etc. Seamos conscientes o no, se están convirtiendo en parte indivisible de nuestra identidad, y las utilizamos para buscar respuestas, pareja, amigos, información, y casi todo. A todo esto, recuerdo cuando llamábamos “caja tonta” a la televisión. Casi nada.

Mondragon Unibertsitatea. Investigación y Transferencia