iles de empresas y autónomos bracean estos días en Navarra para seguir a flote entre el oleaje. Telefonean a los bancos para solicitar el acceso a la liquidez de las líneas ICO. Muchas lo consiguen, otras, sobre todo las que se encontraban en una situación más débil antes de la crisis, siguen peleando por ello, escuchando cómo deben cumplir requisitos para obtener el dinero.

Además, negocian con sus proveedores, con sus clientes, con sus comités de empresa, planteando regulaciones temporales de empleo, viendo cómo sus ventas han pasado de 100 a cero en apenas unos días. Una situación en la que, directamente, se juegan su futuro. Y con él, el empleo y la forma de vida de decenas de miles de personas en la Comunidad Foral.

Todo ello supone además implicaciones legales. Contratos que se dejan de cumplir, deterioros contables que pueden terminar en el concurso de acreedores o la quiebra de la empresa. “Vivimos en una situación generalizada de miedo y pesimismo, que en muchos casos ha generado un importante bloqueo en la toma de decisiones que en el ámbito jurídico-económico puede conllevar un agravamiento y aceleración de los daños”, explica Daniel Zubiri Azcárate, de Zubiri-Zudaire abogados, quien recomienda a las empresas “prepararse para lo peor esperando lo mejor porque, ante una situación tan imprevisible e incierta como la presente, es imprescindible barajar todos los posibles escenarios y consecuencias para anticiparse a ellos, tomando las decisiones adecuadas”. “El desafío -resume- está en conseguir acortar los tiempos de reacción, minimizando (dentro de lo posible) los daños y que este problema sea lo más coyuntural y menos estructural posible. Cuanto antes se trabajen las soluciones, menores serán los problemas”.

Una realidad nueva

El negocio se seca, sufre la liquidez pese a los ERTE y las ayudas

Todo es nuevo para empresarios, autónomos y profesionales. La paralización casi total de la actividad económica ha generado, explica Zubiri, una “reacción en cadena de incumplimientos contractuales por imposibilidad material de cumplir prestaciones y por impagos generalizados en cascada”. Ello provoca un grave bloqueo, así como una “una predisposición generalizada al incumplimiento de obligaciones de pago, con una restricción de cobros”. En este sentido, la necesidad de recurrir a ERTE por fuerza mayor; los problemas derivados de los contratos de arrendamiento, los incumplimientos y graves incidencias en cuanto al cumplimiento de contratos de prestación de servicios o de venta de mercaderías, así como en relación a su cobro; y junto a ello la pérdida de clientes y de proveedores esenciales, por pérdida de confianza, son solo algunas de los problemas que las empresas están trasladando a sus asesores jurídicos.

Al mismo tiempo, y conforme se alarga el parón de la actividad, las empresas afrontan problemas de liquidez y graves tensiones de tesorería, al reducirse o desaparecer los cobros y mantenerse en cambio parte de los gastos. “Esto depende del músculo financiero que tuvieran antes de esta crisis porque muchas empresas venían tocadas y sin margen de la crisis anterior”, explica Zubiri, quien señala que esta situación se agrava por la incertidumbre en cuanto al tiempo y a la dificultad para obtener un acceso ágil a los mecanismos de urgencia previstos. Así, “los ERTE están siendo efectivos en muchos casos pero denegados en muchos otros (empeorando la situación del empresario) y el acceso a financiación requiere el cumplimiento de importantes requisitos y formalidades burocráticas, pese a lo cual los fondos previstos van consumiéndose rápidamente por su gran demanda”.

Deterioro económico

De la falta de liquidez a la falta de solvencia

Pese a que la actividad económica empezará a regresar de modo muy suave desde mañana, la normalidad resulta hoy un concepto muy lejano. Apenas unas pocas regresan mañana. La gran industria volverá al ralentí a partir el 27. Y la hostelería ya da por perdido San Fermín. Días, semanas, meses de parón que pueden terminar por resultar letales para los más débiles. Pero no solo. “En un muy breve periodo, de no estructurar adecuadamente las finanzas de un negocio, se puede pasar de una situación de equilibrio patrimonial y solvencia a una situación de iliquidez (cuando, pese a tener empresas de gran valor, no se cuenta con los recursos para atender pagos) o de desequilibro patrimonial (cuando las deudas acumuladas exceden los activos)”, explica Daniel Zubiri.

El riesgo para el administrador

La responsabilidad, no solo por administración deselal

Evitarlo es el objetivo de directivos y empresarios que en muchos casos han arriesgado parte de su patrimonio en la compañía. Y que, además, tienen una responsabilidad que puede suponer importantes consecuencias para su patrimonio familiar. “Asistimos al incremento exponencial del riesgo y potencial responsabilidad del empresario, tanto de los administradores de sociedades mercantiles como de empresarios individuales o de socios de sociedades civiles”, dice Zubiri. En su opinión, existe la falsa creencia de que sólo responde aquel administrador que “se lleva dinero”, que administra deslealmente o que actúa con mala fe o culpa, cuando en realidad una gran parte de la responsabilidad de administradores se da precisamente por no adoptar a tiempo las medidas adecuadas”.

Por ello Zubiri recomienda no sobreestimar ni subestimar las capacidades y posibilidad de éxito de un negocio, sino tratar de efectuar un análisis frío y objetivo de la situación de cada negocio, porque sólo ello permitirá sobrevivir y hacer crecer después nuestras empresas y “minimizar los daños” en aquellos casos en los que ello, desgraciadamente, no vaya a ser posible. Así, tras analizar jurídica y económicamente su situación actual, es necesario adoptar de inmediato todas las medidas al alcance de cada uno para minimizar el impacto. “Hay que apoyarse en los expertos, dotarse de las herramientas económicas y jurídicas disponibles para acceder a ayudas y establecer protocolos de negociación. La empatía y el diálogo serán imprescindibles para salir a flote, individualmente y en conjunto.

Asesorarse, negociar

Tribunales, la última opción en un momento como este

¿Qué hacer, por tanto, cuando un proveedor no suministra, cuando un cliente no paga o cuando nosotros no podemos atenderlo? Cuando, en suma, se pone en marcha la cadena de incumplimientos contractuales que “de hecho ya se está produciendo”, advierte Zubiri y ante la que es preciso contar con los consejos, mecanismos y herramientas adecuadas. .Lo primero, relata Zubiri, es conocer, en sentido estricto jurídico, a qué tenemos “derecho” y qué no, tanto nosotros como los demás agentes: “¿Podemos dejar de cumplir un encargo de suministro si no nos han llegado las piezas para efectuarlo?, ¿podemos dejar de pagar la renta del local de negocio si no podemos efectuar la actividad o no tenemos ingresos con la que afrontarla?, ¿puede dejar de pagarse un suministro previamente contratado y ejecutado?”.

Zubiri recomienda esperar antes de acudir a los tribunales para exigir el cumplimiento de ciertas obligaciones. En su opinión conviene “ahora más que nunca acudir a mecanismos para buscar soluciones equitativas entre los distintos agentes, negociando de forma amistosa, con comprensión y solidaridad mutua (pero protegiendo nuestros intereses legítimos), salidas beneficiosas para todos. Si pretendes ganar en todo y a costa del otro, siempre perderás”.

Como quiera que el calendario corre mientras se amontonan los problemas, Zubiri considera importante adoptar cuanto antes este tipo de iniciativas, antes de que los incumplimientos y los daños resulten irreversibles y desaparezca la posibilidad de mediar y solucionar amistosamente los conflictos. “Solo ante el fracaso de estas fórmulas amistosas deberá acudirse al ejercicio de las acciones judiciales, debiendo saberse cuándo y cómo interesa”, añade.

Salvar negocios y patrimonio

Un concurso a tiempo, mejor que tarde

“No prever a tiempo que los negocios pueden irse al traste y arrastrar con ello, no solo toda la empresa y actividad sino al patrimonio del propio empresario, puede llevar a consecuencias personales y familiares muy complicadas”, dice Zubiri, que aboga por diseñar una estrategia en este sentido.

“Es preciso no contraer obligaciones (financiación, por ejemplo) a sabiendas de que no podrán cumplirse (patada hacia adelante), pues lejos de solucionar nada empeorarán la solución. Y en última instancia plantear, por ejemplo, un pre-concurso o un concurso de acreedores a tiempo y en forma, que proporcione en primer lugar la posibilidad de negociar en igualdad de condiciones con nuestros acreedores evitando en paralelo actuaciones que finalmente puedan desembocar en la responsabilidad de administradores o en una potencial quiebra personal, debiendo desde ya, con el apoyo necesario, barajar o incluso preparar esta salida, prevista también para la protección de nuestros acreedores. No hay que caer en el pesimismo ni en la parálisis, pues el valiente no es quien no tiene miedo, sino quien consigue doblegarlo con lo que está a su alcance. La determinación ha de vencer al catastrofismo”.

“Ahora más que nunca conviene buscar formas de negociación amistosas, con solidaridad mutua”

Abogado