David Cabrero se queda con "la solidaridad y las emociones" percibidas en la primera fase de la pandemia en marzo cuando 15 profesionales de San Jerónimo se confinaron con los 60 residentes.

Recuerda que empezó a llorar al ver una caja de pastas, con la que les convidaron desde el exterior por tomar esa decisión.

"Mis lágrimas se debían a esa emoción de que había personas que sin conocernos, nos apoyaban. Recibimos una tarta desde Córdoba, quesos y postales de Holanda... En ningún momento pensamos que nuestra acción iba a tener esa repercusión, incluso en otros países, ya que estábamos haciendo nuestro trabajo", recuerda David, que durante los 35 días de confinamiento, aparcó en parte "las tareas de director" y ejerció de "terapeuta ocupacional", su profesión que tanto reivindica. "Trabajábamos la parte cognitiva y física para potenciar el positivismo entre las personas mayores", dice.

¿Cómo recuerda ese 14 de marzo?

De locura total. Esos días los residentes se encontraban muy inquietos, ya que todo lo que escuchan a través de los medios, les llevaba a un único mensaje: si eres mayor y vives en una residencia, prepara tu funeral. Así que con las restricciones del Gobierno para la ciudadanía, concluimos que la mejor solución para que el centro evitara la covid pasaba por el encierro. Comenzamos a organizarnos y observamos que necesitábamos estar 15 personas de la plantilla. En un principio, nos recluimos para 15 días y transcurrieron 35.

En el verano nuevamente comenzaron los casos en Navarra, ¿cómo resolvieron esta situación?

Consultamos a los residentes si querían confinarse y votaron que sí, y desde el 20 de julio no han salido. Sin embargo, quisimos amoldar las instalaciones a las costumbres de nuestros mayores cuando van a la calle. Observamos que hacen tres tipos de salidas: paseo individual, visita a familiares o tomar algo en un bar. Para que las personas mayores continuaran con estas actividades en el centro, habilitamos zonas para caminar; instalamos una casa prefabricada con todas las condiciones de seguridad para atender visitas, con el apoyo del estudio de arquitectura OLK Gestión y la constructora Comal; y actualmente disponemos de un bar en nuestras instalaciones, en el que servimos un pintxo-pote a las 11.00 y a las 18.00 horas.

¿Y cómo afrontan la segunda ola?

Hemos distribuido a los residentes en cinco grupos según su afinidad, preferencia de actividades e independencia, que oscilan de las 12 a las 19 personas en cada uno. Además hemos reconvertido la residencia para que cada grupo se mueva por su espacio sin tener que relacionarse con el resto para combatir así la covid.

¿Qué modelo de trabajo desarrollan en San Jerónimo?

El año pasado comenzamos a aplicar el modelo de atención centrada en la persona. Hemos cambiado los horarios de la plantilla para amoldarnos al de los residentes: por ejemplo, ahora hay flexibilidad para desayunar, de 8.00 a 9.30 horas, pueden ir cuando quieran. Además, hemos fomentado que los mismos empleados traten siempre con las mismas personas para crear un vínculo afectivo. Las conversaciones son esenciales para generar confianza. Buscamos su dignidad, que se sientan queridas, atenidas y acompañadas para que disfruten con calidad esta etapa, ya que cada una de ellas es única, con una historia de vida que le ha hecho ser lo que es ahora.