Desde hace más de un año, salud y trabajo van de la mano. Y a cada alivio en las restricciones de movilidad y actividad sigue una mejoría en el mercado laboral. Así sucedió en marzo, donde el alivio inicial de las medidas, cercenado desde jueves 1 de abril, deja el primer descenso del desempleo desde el otoño, cuando estalló la segunda ola.

Baja el paro, como casi siempre por otro lado en un mes donde suelen conjugarse diferentes factores. La coincidencia o proximidad de la Semana Santa anima al turismo y a la hostelería, mientras que la subida de las temperaturas comienza a templar las cadenas de la industria agroalimentaria de Navarra, que mantiene una cierta estacionalidad, además de un perfil de crecimiento destacado en la última década.

Esta vez, el descenso del paro es relevante, el más intenso desde 2016, si bien insuficiente para corregir el daño causado durante las dos primeras embestidas de la pandemia. Y también queda por debajo del que suele registrarse tras crisis agudas. En cualquier caso, la bajada muestra que el mercado laboral responde cuando se alivian las restricciones y parece anunciar una segunda mitad de año con un tono mucho más positivo.

Y el paro empieza a caer porque, poco a poco, parece regresar una tímida creación de empleo, que tiene algo de estacional y un punto de rebote lógico. La mejoría sucede a la que ya se apreciaba en febrero -de hecho, le añade algo más de velocidad-, pero es todavía muy tímida y queda claramente por debajo de la que se registraba en los años de crecimiento anteriores.

El impacto de la crisis ha sido muy diferente además en función del grupo de edad. Como en 2008, los más jóvenes acusan el impacto de la destrucción de empleo con mucha más dureza. Entre los menores de 25 años, el desempleo crece cuatro veces más que entre los mayores de 30 años, ya más asentados y con contratos en general menos precarios.

¿Pero qué pasó en marzo? Pues que tras la reapertura primero de las terrazas y posteriormente de los interiores, la hostelería sacó del desempleo a más de 400 personas. Y que incluso el comercio, otro de los sectores más golpeados en el último año, se animó algo e incrementó sus cifras de ocupación. Incluso ocio y cultura se animaron, si bien aún de forma muy modesta, en consonancia con una situación sanitaria que se encuentra lejos de la normalidad.

Todo ello ayudó a que poco a poco converjan dos curvas que muestran quizá mejor que ninguna otra el impacto de la pandemia. La de afiliados a la Seguridad Social y la de trabajadores efectivos. En marzo se aceleró la salida de trabajadores del ERTE, si bien a finales de mes, justo antes de que entrasen en vigor las nuevas restricciones, había todavía más de 6.400 personas en esta situación. Hoy seguramente son más.

El balance del último año deja sin embargo una destrucción neta de un millar de puestos de trabajo, una de las menores en todas las comunidades autónomas. La realidad es algo más triste incluso si se amplía el foco. Navarra apenas se ha logrado recuperar todavía de la crisis de 2008. El volumen de empleo es similar al de aquellos años, con lo que suma ya casi década y media perdida en términos de creación de puestos de trabajo.