"En otras profesiones te puedes encontrar con limitaciones por la edad. En nuestro caso no hay, físicas al menos", explica José Ignacio Biurrun, de 71 años, al hablar sobre su oficio. "Porque, aunque tengas que subir a un tejado a poner el andamio, se puede seguir haciendo", aclara.

Él es arquitecto y tiene muy cerca ejemplos de otros profesionales que están en su misma situación: "En este país, por ejemplo, el arquitecto más famoso, Moneo, que es navarro y premio Pritzker, tendrá ahora ochenta y pico y sigue ejerciendo. Son cosas muy normales, incluso entre los mayores arquitectos y más conocidos hoy en día: Frank Ghery, Norman Foster€ es gente que sigue trabajando a los noventa".

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El caso de la jubilación en la arquitectura es uno particular. Disponen de un plan de pensiones propio que quebró al inicio de siglo. Por lo tanto, todo lo cotizado hasta entonces desapareció, y hubo que volver a empezar, algo muy complicado para los veteranos a los que no les quedaba mucho para jubilarse. Aún así, Biurrun declara que esa no es su razón principal para seguir trabajando: "A nuestra edad, tampoco se tienen muchas necesidades económicas. Tienes la vida más o menos resuelta". Él trabaja porque aún sigue con ganas y motivado: "Tengo la suerte de estar todavía en un momento en el que soy válido. En cualquier profesión puede suceder que de un día para otro desaparezca. O que cambie tanto que ya no seas útil. O que te aburra. A mí todavía no me ha ocurrido nada de eso, por lo que aquí sigo".

José Ignacio Biurrun ha trabajado con diferentes compañeros a lo largo de su carrera. Hoy en día está en un estudio con otros 4 arquitectos, y comenta que hacen "lo que les encarguen". Aun así, explica que ahora puede permitirse ser un poco más selectivo con los trabajos que escoge. "Ahora estoy estudiando piano, ya que siempre he tenido afición, y necesito tiempo diario para practicar, que nunca tenía", cuenta. Los trabajos que escoge ahora son los que le interesan: "Si unos amigos quieren arreglar su casa, les ayudo, o si un ayuntamiento me pide si quiero reformar un edificio y el tema me parece bonito, pues lo hago. A lo demás, suelo decir que no".

Admite que sí que se ha planteado muchas veces el jubilarse, pero que no tiene una fecha concreta en mente. Denota una pasión por su oficio que no desaparece fácilmente: "Cuando estás haciendo un trabajo y lo tienes en marcha, estás muy intrigado a ver cómo va a terminar. Tienes diferentes preocupaciones que te mantienen enganchado. No es que si no estuviese haciéndolo sufriría, pero€ Yo no renuncio a esto fácilmente".

Explica que él, al día siguiente, estará ocupado porque quiere ir al pueblo a ver una estructura, y después de eso tendrá otra preocupación, y luego otra, y otra. "Si tu estás pintando un cuadro o esculpiendo una escultura, no eres ni Picasso ni Miguel Ángel, pero estás intrigado a ver cómo va a acabar la oreja", explica Biurrun.

Concreta que suele ser más general entre los oficios mínimamente artísticos, por la manera de ser de las personas creativas: "Y esto le puede pasar hasta al que le pone las suelas al zapato. Igual te acaban de llegar unas suelas que no resbalan, por ejemplo, y piensas 'voy a hacer unas suelas espectaculares'. Y el zapatero estará intrigado con eso. Al fin y al cabo, las preocupaciones enganchan".