Corren vientos de cambio en la concepción del empleo. Si aspectos como emprendimiento y digitalización han marcado la última década, la pandemia ha activado definitivamente el debate sobre la calidad del trabajo y la importancia que tiene en la vida de las personas. Desde el pasado año, en Estados Unidos vienen cocinándose como lo que se conoce como 'Gran Dimisión', en el que miles de trabajadores, hastiados de sus malas condiciones, han optado por abandonar sus empleos sin tener una alternativa. Entre nosotros, con una cultura laboral distinta, este movimiento está lejos de calar, subrayan los expertos, pero existen algunas similitudes que se centran, sobre todo, en la reivindicación del trabajo como un método que permita ganarse la vida y, al mismo tiempo, disfrutar más de ella.

"En la pandemia pasaron muchas cosas, y una de ellas es que mucha gente se paró a reflexionar sobre su vida, sobre sus condiciones de trabajo, y descubrió que no eran tan buenas", explica Iñaki Fernández de Gamboa, presidente del Consejo Vasco de Economistas. No obstante, subraya que, de ahí a actuar como los estadounidenses, que en muchas ocasiones disponen de un colchón de ahorros, media un buen trecho.

Aunque en Estados Unidos el despido libre y 'exprés' está a la orden del día, se trata de un mercado laboral donde el paro es residual y la disponibilidad para aceptar un trabajo a cientos de kilómetros del lugar habitual de residencia es mucho mayor que en Europa, lo que hace que la decisión de desistir de un trabajo no sea tan gravosa como en nuestro entorno, donde renunciar por voluntad propia a un empleo conlleva también perder el derecho a la indemnización por el cese de la relación laboral.

"Ahora se valoran mucho más condiciones de trabajo que permitan compaginar el empleo con la vida", dice Raúl Arza, de UGT-Euskadi

Sin embargo, eso no es óbice para que ese mismo proceso de deliberación interna esté tomando cuerpo en escenarios más próximos. "Se está produciendo un cambio generacional. La gente valora ahora mucho más las condiciones de su trabajo, que le permitan compaginar con su vida personal", explica Raúl Arza, secretario general de UGT-Euskadi.

Prioridades

La pandemia ha reorientado los rumbos y prioridades de muchas personas, con trabajadores que desean incluir en los vínculos con sus empresas conceptos como teletrabajo y desconexión digital, aunque antes de la crisis sanitaria ya asomasen en la conversación social temas como la conciliación de la vida laboral y familiar y horarios más adaptados a unas nuevas realidades en las que el ocio, pero también las obligaciones asistenciales derivadas de vivir en una sociedad cada vez más envejecida continúan ganando importancia. "Hay percepciones que influyen y son muchas las personas, especialmente entre los jóvenes, que sienten que las circunstancias de la pandemia les han 'robado' dos años de su vida", lo que provoca que el trabajo, aún siendo importante, aparezca en un plano de primacía mucho más difuso, explica el presidente del Colegio Vasco de Economistas.

"En pandemia mucha gente se paró a reflexionar sobre su trabajo y su calidad de vida", dice el economista Iñaki Fernández de Gamboa

Unida a esta vertiente psicológica, está otra que tiene que ver con un problema habitual en el mercado laboral, como es la precariedad. Las patronales señalan que faltan trabajadores en sectores como la hostelería y la construcción y, aunque desde UGT-Euskadi Raúl Arza reconoce que se han convertido en empleos "poco atrayentes" para los jóvenes, subraya que el desinterés por estos trabajos "tiene mucho que ver con los salarios y las condiciones que se ofrecen".

Iñaki Fernández de Gamboa suma al sector sociosanitario, vital en este tiempo de pandemia, al grupo que más sufre la inestabilidad. "A la gente le cuesta cada vez más aceptar esas condiciones de trabajo. Hay que acabar con la temporalidad, y la exigencia de Bruselas a España para que ejecutara una reforma laboral iba en esa línea. Existen críticas al Ingreso Mínimo Vital porque se dice que puede desincentivar la búsqueda de empleo, pero no es cierto. Lo que los trabajadores no quieren es hacer su labor con bajos salarios y largas jornadas", concluye el economista.