Alberto Pardo, un joven de 29 años natural de Andosilla, ha apostado por recuperar el cultivo tradicional de champiñón en su localidad natal con una pequeña explotación que ha puesto en marcha junto a su pareja. Aunque se trata de un sector poco conocido en Navarra, especialmente en comparación con el desarrollo que tiene en comunidades vecinas como La Rioja, Pardo ha cerrado con éxito su primera campaña completa y ya proyecta nuevas vías de comercialización.
"En mi pueblo llegó a haber hasta cinco champiñoneras, pero la mayoría han cerrado por falta de rentabilidad o porque sus propietarios se han jubilado", explica. Su entrada en el sector llegó de forma inesperada, gracias a unos amigos riojanos que ya se dedicaban a este cultivo. "Me dijeron que por qué no lo ponía, que salía rentable y que era llevadero. A mí el campo siempre me ha gustado, y justo ese año se jubiló el último que quedaba con bodegas en el pueblo. Fui a hablar con él y, aunque al principio no me dio muchas esperanzas, terminé montándolo", relata.
Pardo ha completado recientemente su primera campaña de nueve meses. "No ha ido como a los que llevan diez años, pero no me puedo quejar", afirma. La explotación sigue el método tradicional de cultivo en sacos con semilla, distribuidos en estanterías dentro de bodegas acondicionadas. Durante cinco semanas se controla temperatura, humedad y ventilación, y tres semanas después comienza la cosecha. "El clima exterior influye, pero no tanto como en un campo de cereal. Aquí no dependemos de granizadas o heladas", subraya.
Actualmente, no cultiva durante los meses más calurosos del verano debido a los costes de refrigeración. Aun así, logra recolectar cerca de 300.000 kilos por campaña, unos 70 kilos semanales, que vende en su totalidad a una fábrica de La Rioja. "Toda la campaña la tengo vendida desde el principio. Pero me gustaría hacer venta directa, por ejemplo, llevar champiñones a bares o comercios de Pamplona", señala. Ya ha comenzado a comercializar de forma puntual en la tienda de su pueblo y planea dar nuevos pasos, como el envasado propio.
Un cultivo poco conocido
La vocación por el sector primario le llevó a dejar atrás su anterior trabajo como encargado de mantenimiento en una empresa del municipio. "Estudié mecanizado, luego mecatrónica industrial, y desde que salí he trabajado en mantenimiento. Pero el campo me gusta más. Lo dejé por eso", asegura. Ahora valora la libertad que le da su nueva ocupación: "No dependo de nadie, trabajo al aire libre, con mis animales... Es otro estilo de vida".
Aunque reconoce que el champiñón sigue siendo un cultivo poco extendido en Navarra —"aquí solo hay otra champiñonera en Sartaguda"—, considera que el margen de mejora está en la innovación. "He trabajado toda la vida en alimentación industrial, en automatización y programación de maquinaria, y eso lo tengo a favor", apunta.
Uno de los principales escollos que ha encontrado es la burocracia. "En el curso de INTIA me han ayudado con las ayudas. Si no lo haces con alguien que sepa, está jodido", resume. Denuncia la complejidad de los trámites y la falta de claridad: "Te dicen que necesitas una cosa, pero para conseguirla necesitas tres más. Es un jaleo. Si te equivocas, te lo echan para atrás. Habría que reducir el papeleo".
Con la vista puesta en ampliar la comercialización directa y asumir nuevos procesos como el envasado, Pardo confía en consolidar un proyecto que le permita seguir viviendo en su pueblo, manteniendo la actividad agrícola y aportando valor a un sector tradicional en declive. "En mi cuadrilla nos hemos quedado todos, pero en general hay poca gente joven que pueda quedarse porque no hay empresas suficientes. El campo es una oportunidad, si se sabe aprovechar", concluye.