soma 2021 con la esperanza en el horizonte. Cuando 2020 baje la persiana dejará encerrados en la memoria los diez meses que más han alterado de forma continua y constante la vida del planeta durante este siglo. Desde la paralización de toda actividad hasta buscar la adaptación a unas normas que han cambiado los hábitos sociales, las formas de relacionarnos, y que han restringido algo tan ceñido a la libertad individual como son los desplazamientos, lo mismo de largo que de corto recorrido. Costumbres tan pegadas a la piel como la celebración de fiestas o la Navidad han sido anuladas o reguladas por las restricciones en bien de preservar un valor más necesario como es la salud. A la pregunta de ¿cuándo acabará esto?, la respuesta más optimista ha llegado por la confirmación de la eficacia de las vacunas. Esa es la gran esperanza para los próximos doce meses, que el antídoto pueda combatir y derrotar a la covid-19, salvar miles de vidas que siguen en riesgo y, poco a poco, poder dejar atrás la nueva normalidad para recuperar el latido anterior, aunque se antoja que ya nada será lo mismo.

Las vacunas han sido y son la tabla de salvación contra la pandemia. En palabras del ministro de Sanidad, Salvador Illa, "el principio del fin", aunque vista la rapidez con la que repuntan las olas, no parece prudente apuntarse al triunfalismo. Pero desde que el coronavirus se extendió por todo el planeta era la noticia más esperada. Los laboratorios se pusieron a trabajar, tanto con el objetivo de ser los primeros en dar con el antídoto como en lograr su comercialización. Esa labor de investigación pone en valor todos los esfuerzos que los diferentes Estados puedan realizar en el fortalecimiento de los programas de I+D+i. No estamos pensando solo en reforzar el músculo industrial, sino en el beneficio que para la sociedad puedan suponer esos progresos, lo que aporte para mejorar nuestra calidad de vida.

No hay progreso sin investigación. En este contexto hay que tomar en consideración los datos recogidos en el reciente informe Foco ADItech, una de cuyas conclusiones apunta a que la ciencia y la tecnología van a ser claves para que Navarra alcance el objetivo de gastar un 3% del PIB en I+D+i en 2030. Esa meta y los beneficios que reporta animan a duplicar casi el gasto que se dedicó en el año 2019, que fue del 1,67% del PIB. Como apuntan los expertos, es necesario reforzar el compromiso de la Administración y de las empresa para incrementar ese volumen de inversión que debe conducir a un escenario que permita realizar investigaciones que ayuden a mejorar la calidad de vida y la sostenibilidad, con el foco siempre puesto en las personas.

Datos ofrecidos recientemente constatan que Navarra ha conseguido pasar el índice RII (el índice relativo de interacción) del 76,2% de la base 100 en 2011 al 7% en 2019, después de que en 2018 la inversión en I+D+i se estancara.

El citado informe pone el acento en la percepción positiva que la mayoría de la ciudadanía navarra tiene del desarrollo que ha alcanzado la Comunidad en lo concerniente a la industria médica y farmacéutica. El consejero de Desarrollo Económico y Empresarial, Manu Ayerdi, hablaba recientemente de la creación en Navarra de un ecosistema de ciencia, tecnología e innovación generado por la colaboración estrecha del sector público y privado orientado a sectores estratégicos de la S3 (Estrategia de Especialización Inteligente) para impulsar el nuevo modelo de desarrollo económico para la Comunidad con el horizonte de 2030. En este sentido, las recomendaciones animan a seguir avanzando en el diálogo surgido en estos últimos meses entre el mundo de los servicios sanitarios y empresarial en Navarra debido al coronavirus.

Ha hecho falta la crudeza de una pandemia (algo de lo que la población mundial solo conocía de oídas) para reforzar la importancia de invertir en investigación, algo que los propios científicos llevan años reclamando y denunciando su precaria condición laboral. Las vacunas que pueden controlar este virus de efectos exterminantes son el mejor ejemplo para profundizar en esa senda. Porque la ciencia también salva vidas.